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Categoría: Caminando en la fe

Solo Dios sabe si seguiré siendo católico a pesar de las tentaciones y obstáculos. Solo con la Gracia de Dios me dará perseverancia final

El otro día, una amiga de mi infancia me contactó a través de Facebook. Ella había sido criada dentro de la fe Católica pero ahora no cree en Dios. Ella sabe que yo me convertí al Catolicismo y que escribo acerca de temas religiosos y quería saber qué me atrajo hacia el Catolicismo y cómo he logrado permanecer siendo Católica. Ella no estaba discutiendo sobre mi fe en Dios, sino que simplemente tenía curiosidad sobre cómo me afilié a una religión, que para muchas personas, no parece valorar a las mujeres y que mucho están optando por dejar.

La pregunta sobre cómo he podido permanecer Católica fue la que más llamó mi atención. ¿Qué podía decir? Mientras pensaba al respecto, de repente recordé que ya había contestado esa pregunta antes, en un ensayo que escribí para el Canal Católico de Patheos.com, durante un simposio de blogueros sobre el tema "Por qué NO dejo la Iglesia Católica". Después de leer el ensayo, le envié el enlace a mi amiga. Aquí está nuevamente el ensayo, ligeramente editado y revisado para ser publicado acá.

¿Permaneceré siendo Católico?

Cuando los blogueros Católicos de Patheos organizaron un simposio sobre "Por qué NO dejo la Iglesia Católica", decidí contribuir con un granito de arena a la discusión. Antes de contestar la pregunta de si permaneceré o no siendo Católica, me gustaría primero echar un vistazo a algunas razones que yo encuentro insuficientes – por lo menos en sí mismas – para permanecer en la Iglesia.

El Catolicismo es verdad.

Sí, bueno, también la gravedad es verdad. Y, aun así, cada año, sabiendo que la gravedad es verdad, los hombres insisten en intentar desafiarla. Algunas veces, con éxito. Otras, no. La verdad sobre la gravedad no es – en sí misma – suficiente para convencer a algunas personas de actuar con prudencia en cuanto a ella respecta.

Lo mismo es verdad para el Catolicismo, me temo. Yo creo, completamente, que la Iglesia Católica tiene la verdad completa revelada por Dios para nuestra salvación.

Y, aun así, por las últimas décadas, he visto incontables Católicos (incluidos muchos convertidos que vinieron a la Iglesia porque creyeron en la verdad del Catolicismo tan fervientemente como lo hago yo) alejarse de la Iglesia – no porque no sean capaces de seguir creyendo, sino porque, por alguna razón, parece que ellos no quieren seguir creyendo o ya no les importa creer.

Algunas veces se van a otras iglesias, otras veces a otras religiones. Algunas veces simplemente se vuelven apáticos. Pero todos y cada uno de ellos una vez aceptaron incondicionalmente la verdad del Catolicismo.

Sospecho que una razón es porque la verdad en sí, despojada de todo lo demás, es brutalmente tirana. El entonces Cardenal Joseph Ratzinger, en su homilía previa a la apertura del cónclave papal en el 2005, lo dijo de otra manera:

"Aunque yo hablara todas las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor, soy como una campana que resuena o un platillo que retiñe". (1 Corintios 13,1)

No puedo ser tan arrogante y suponer que la verdad por sí sola me mantendrá en la Iglesia cuando he visto que no es suficiente para retener los corazones y mentes de mejores hombres y mujeres que yo.

La Iglesia nos provee de Cristo en los sacramentos.

Muy seguido escucho a católicos decir que ellos permanecen en la Iglesia por Cristo en la Eucaristía. "¡Nadie puede negarme la Presencia Real de Cristo!" dicen.

Y aun así, muchos encuentran maneras de tener los sacramentos sin la Iglesia. Muchos tradicionalistas radicales, incapaces o indispuestos a aceptar el desarrollo de la doctrina y la práctica en la Iglesia en el último medio siglo, han agrupado sacerdotes con mentalidades parecidas y obispos deshonestos para recibir sacramentos válidos (e ilícitos) junto con las interpretaciones del Catolicismo que ellos prefieren. Muchos progresistas radicales, que no pueden o no están dispuestos a aceptar la autoridad de la Iglesia en el último medio siglo, han ido lejos y han hecho lo mismo.

Para los que se consideran ortodoxos y suponen que son inmunes a esta tentación, permítanme compartir que he oído rumores este pasado año, de que hay clérigos y laicos católicos, todavía plenamente en unión con la Santa Sede, que exploraron "importantes contramedidas… en preparación para el [pasado] Sínodo de la Familia en Octubre", en preparación para la posibilidad de directivas pastorales del Vaticano que tienen la intención de resistir. Incluso he visto sacerdotes individuales, publicando en las redes sociales, murmurando acerca de cómo van a evitar cualquier directiva que podrían recibir de un obispo o superior religioso de ofrecer los sacramentos de acuerdo a las autoridades pastorales con las que sucede que están en desacuerdo.

Básicamente, si deseas tanto recibir los sacramentos, puedes ingeniártelas para encontrar una manera de obtenerlos sin preocuparte por permanecer leal a la Iglesia encomendada por Cristo para ser su custodio.

Lo que otros Católicos hagan no me afectará.

Muchos católicos ortodoxos se engañan a sí mismos pensando que los escándalos llevados a cabo por malos obispos, sacerdotes depredadores y laicos indiferentes no tendrán ningún efecto sobre sus propias vidas espirituales. Hay dos problemas con esto.

Primero, si estos escándalos no te afectan, entonces esto es un problema en sí. Si te rehúsas a sentirte escandalizado cuando el clero comete graves males o te sientes indiferente cuando el laicado no vive su fe, entonces están mostrando síntomas de tener un espíritu encallecido. Eso, o estás rehusándote a reconocer y a llamar al mal por lo que es.

Segundo, no creo que sea posible asumir que eres más especial que el resto de nosotros. Me temo que los demonios te alcanzarán eventualmente.

Cuando salió a luz el escándalo de abusos cometidos por sacerdotes en el 2002, un católico converso que conocí rehusó rotundamente la magnitud del problema. Él reprendía constantemente a aquellos que se mostraban escandalizados por los obispos que habían permitido que grandes males ocurrieran y que habían escudado a sus predadores.

Unos años después, cuando ya todos había logrado sanar sus heridas y superar el trago amargo, la realidad de los horrores lo atrapó y aparentemente no lo pudo manejar. Dado que se había alienado de su círculo social, no tenía muchos compañeros católicos de quién recibir apoyo emocional. Terminó dejando la Iglesia; lo último que escuché de él fue que se había convertido en un anti-Católico estridente que castigaba a los católicos por el escándalo de los sacerdotes abusivos.

La pregunta… de nuevo

¿Permaneceré siendo Católica?

Sólo Dios sabe. Lo digo literalmente. Sólo Dios sabe.

Ya he dejado de practicar la fe Católica antes. Cuento la historia en otro blog, pero aquí les dejo un resumen:

"Fue bautizada y confirmada en la Iglesia Católica en 1996. Unos cuantos años después, caí. No rechacé la Iglesia, pero dejé de ir por cerca de 18 meses. En ese entonces, fueron mis padres no-Católicos quienes me urgieron de volver a ir a la iglesia. Ellos no tenían un interés particular en la Iglesia Católica, pero reconocieron el cambio para mejor que la fe me había dado.

En retrospectiva, considero esta caída como una gracia, puesto que actuó como una especie de  inoculación ante una caída mucho mayor – una que reconozco bien podría haber ocurrido después de la explosión del escándalo de abusos del clero en Estados Unidos en el 2002".

También he luchado con tentaciones contra mi fe:

"Descubrí que algunos ideales políticos que había asumido que eran correctos no siempre estaban de acuerdo con las enseñanzas de la Iglesia. Clérigos Católicos prominentes y otros maestros de la fe que respetaba y admiraba sufrieron espectaculares caídas por su cuenta o saltaron de los rieles de la ortodoxia Católica en mayor o menor grado.

Incluso las obligaciones ordinarias de ser Católico (por ejemplo: recibir los sacramentos, los tiempos de ayuno y abstinencia) ocasionalmente pueden desafiar la concupiscencia natural.

Como nuestro Papa Emérito Benedicto XVI dijo una vez: Los caminos del Señor no son cómodos, pero nosotros no fuimos creados para la comodidad, sino para la grandeza, para el bien. El hermano de Benedicto, Monseñor Georg Ratzinger dijo lo mismo de manera más colorida: No todo puede ser paz, alegría y panqueques".

Incluso he luchado con las tentaciones de renegar. No pretendo darles detalles sobre esto ya que considero que este es un tema personal, pero comparto el hecho de estas tentaciones porque existen y deben ser reconocidas como existentes.

Ningún bien viene de rehusarse a admitir nuestras propias limitaciones. Y ningún bien viene de negar que este tipo de tentaciones pueden afligir a cualquiera – sin importar dónde estén en su viaje espiritual o cuán frecuentemente practiquen su fe.

Las tentaciones no son pecados en sí mismas; de hecho se espera que se experimenten en la lucha de la fe y pueden ser usadas como peldaños en una unión más cercana con Dios. La negación, por otro lado, le confiere poder a las tentaciones y eventualmente pueden hacerlas imposibles de vencer.

Y otra vez…

¿Cómo podré permanecer siendo Católica?

"Solamente con la gracia de Dios".

Por alguna razón que descubriré en la vida eterna, Dios quiere que sea Católica. Él me dio la gracia de ser Católica, Él me ha dado la gracia de permanecer siendo Católica incluso en medio de la lucha y rezo para que Él me continúe dando la gracia de permanecer siendo Católica.

No pienso que la gracia de permanecer siendo Católica se me dará en un pago único, a como uno puede decidir recibir las ganancias de un juego de lotería. Más bien, recibo la gracia suficiente para hoy.

La gracia suficiente para vencer al demonio esta vez. La gracia suficiente para superar una nueva duda o una vieja tentación. No porque me merezca esa gracia, no porque soy mejor que nadie que no haya recibido esa gracia, sino porque simplemente Dios me ama, y por alguna razón insondable, quiere que sea Católica.

Puedo cooperar con esa gracia. Puedo maximizar el potencial de seguir permaneciendo en esa gracia. Aprendiendo mi fe más profundamente, recibiendo los sacramentos regularmente, orando por esas acciones que dañan el cuerpo místico de Cristo – ésas son todas buenas maneras de cooperar con la gracia de permanecer en la Iglesia. Pero, en sí mismas, no son más que harapos. Sólo la gracia les da el poder de transformarme en un fiel Católico.

Por eso, en cada Misa, durante la consagración de la Eucaristía, oro por la gracia de la perseverancia final.

Traducción y adaptación: María Mercedes Vanegas, Con información extraida de: Catholic Exchange

pildorasdefe maria mercedes venegasNicaragüense viviendo en Alemania, soltera, ingeniera y - a ejemplo de San Francisco Javier - misionera en esta era tecnológica. Identificación evangelizadora: Ay de mí si no predico el Evangelio, pues muchos cristianos se dejan de hacer, por no haber personas que se ocupen en la evangelización

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