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Categoría: Caminando en la fe

Conviene que durante la Misa haya breves momentos de silencio, gracias a los cuales, pueda saborearse la Palabra de Dios en los corazones

Participar de la celebración de la Santa Misa debe ser algo gratificante si se cuenta con algo de conocimiento sobre cada uno de los significados que representa cada gesto en las distintas etapas de la Liturgia. La Iglesia Católica recomienda unos momentos de silencio en algunas partes específicas en que se celebra la Santa Misa. Esto por el bien de neustra alma y para saber acoger y degustar la riqueza de lo que se están celebrando.

Momentos de silencio en la Santa Misa.

1. Primer momento.

El primer momento donde debería ocurrir este silencio no es en la Misa misma sino durante la preparación de ésta:

"Ya desde antes de la celebración misma, es laudable que se guarde silencio en la iglesia, en la sacristía, en el "secretarium" y en los lugares más cercanos para que todos se dispongan devota y debidamente para la acción sagrada." (Instrucción general del Misal Romano, N° 45)

Esto, por supuesto, fija el tono para los ministros y contribuye a promover el silencio entre los participantes a la Misa que pueden "oír" el silencio en lugar del tradicional sonido de bombos y platillos que muchas veces se escucha en la sacristía.

No hay nada peor que un sacerdote en la sacristía diciéndole a los ministros justo antes del comienzo de la Misa: "¡Hora del espectáculo!"

2. Segundo momento.

El segundo momento de silencio se da durante el Rito Penitencial en donde todos somos invitados a guardar silencio para traer a nuestras mentes un recuento de nuestros pecados.

Es decir, nos reconocemos indignos de estar ante la santa presencia de Dios pero mostramos gratitud pues a pesar de estos pecados, Él nos ha llamado a adorarle.

La Colecta se da cuando el Padre dice "Oremos" y colecta todas nuestras oraciones y, como mediador, las ofrece a Dios a través de Cristo, nuestro Señor. Esta oración es tan importante que se reserva solamente para el sacerdote que celebra la Misa, un diácono no puede ofrecerla ya que en él no se encuentra Cristo "in persona".

3. Tercer momento.

Hacemos una pausa por un momento o dos después de la Primera Lectura (antes del Salmo Responsorial) y luego nuevamente después de la Segunda Lectura, antes del Aleluya.

Permitimos que la Palabra de Dios se filtre en nuestro interior. Quizás simplemente la recibimos o quizás evoca en nosotros una palabra o dos de adoración y/o agradecimiento.

4. Cuarto momento.

Seguido de la solemne proclamación del Santo Evangelio encontramos la homilía, un componente vital de la Liturgia.

Es el momento en el que el Sacerdote o el diácono explican las lecturas y nos enseñan como vivir lo que ellas expresan. Debería haber un momento de silencio más prolongado (2-3 minutos) después de la homilía.

Para muchas personas, este período específico de silencio seguido del momento de silencio después de la Comunión pueden ser los más largos que experimentarán durante toda la semana dado nuestros ocupados y frenéticos (e incluso caóticos) calendarios semanales.

La Instrucción General del Misal Romano (IGMR) nos dice:

"La Liturgia de la Palabra se debe celebrar de tal manera que favorezca la meditación; por eso hay que evitar en todo caso cualquier forma de apresuramiento que impida el recogimiento. Además conviene que durante la misa haya breves momentos de silencio, acomodados a la asamblea reunida, gracias a los cuales, con la ayuda del Espíritu Santo, pueda saborearse la Palabra de Dios en los corazones y, por la oración, se prepare la respuesta. Dichos momentos de silencio pueden observarse oportunamente, por ejemplo, antes de que se inicie la misma Liturgia de la Palabra, después de la primera lectura, de la segunda y, finalmente, una vez terminada la homilía." (N° 56)

Aunque no sea un momento de silencio prescrito, me gustaría que el Sacerdote permitiera que el momento de la Paz "terminara" completamente antes de acercarse al tabernáculo y tomar el copón.

Usualmente le sigo con la mirada y con la postura de mi cuerpo y me inclino en señal de Adoración silenciosa todo el tiempo mientras él está en el tabernáculo y hasta que regresa al altar.

Recuerden, hubo silencio en el cielo durante media hora antes de que se abriera el séptimo sello en el séptimo pergamino ¿Cuánto más debe haber un profundo silencio reverente en este momento de la Misa?

5. Quinto momento.

Finalmente, después de la Comunión hay otra oportunidad de silencio prolongado. Es un momento para ofrecer nuestras oraciones de Agradecimiento por habernos alimentado con su propio Cuerpo en la Santa Eucaristía.

Es un momento en el que las palabras fallan y un "Gracias" parece una miseria para darle a nuestro Padre Celestial.

Entonces, ¿De qué se trata todo esto? En un artículo del año 2004 de ZENIT, el autor Padre Edward McNamara, profesor de liturgia en el Pontificio Ateneo Regina Apostolorum, dijo:

Los períodos recomendados de silencio en la IGMR nos animan a buscar una atmósfera general de silencio interno y externo para todos los participantes de la Misa. Este silencio debería ser buscado mientras se escuchan las lecturas, la homilía o la proclamación de la Eucarística y otras oraciones sacerdotales. Esto ayuda a calmar nuestra imaginación, nuestras preocupaciones y nuestros revuelos para que unamos nuestros corazones a las oraciones y poder estar completamente atentos a lo que el Espíritu Santo vaya a inspirar en nosotros. Por lo tanto, el silencio en Misa es activo, no una disposición pasiva. Esta forma de silencio interior no impide, sino que más bien favorece, la completa y activa participación en esas partes de la celebración donde la comunidad se une en aclamación y canto, pues cada persona está más consciente de lo que él o ella está haciendo.

El estar consciente de lo que uno está haciendo es clave. Pero muchos sacerdotes no hablan de la necesidad del silencio durante la Misa porque ellos mismos no observan está recomendación.

El cardenal Robert Sarah nos llama la atención, en especial a los sacerdotes pero incluye también a los Fieles:

"… Aparte de la homilía, todos los otros sermones o intervenciones de personas deberían prohibirse durante la celebración de la Santa Misa. Ciertamente, debemos evitar convertir la Iglesia , que es la casa de Dios destinada para adoración, en un teatro donde la gente viene a aplaudir a actores que son calificados de acuerdo a su habilidad para comunicarse. Hoy en día, se puede tener la impresión de que la veneración Católica se ha transformado de adoración a Dios en una exhibición de sacerdotes, ministros y de Fieles. La piedad ha sido suprimida, incluyendo la palabra misma, y ha sido liquidada por liturgistas como devocionalismo, pero han hecho que la gente aguante experimentos litúrgicos y formas espontáneas rechazadas de devoción y piedad. Han tenido éxito en imponer aplausos en funerales en lugar de lamentos y llantos. ¿Acaso Cristo no se lamentó y lloró en la muerte de Lázaro? "Cuando se escuchan aplausos en la liturgia… es una señal segura de que la esencia de la liturgia ha desaparecido totalmente".

Nuevamente, del Papa Emérito Benedicto XVI:

"Nos estamos dando cuenta cada vez más claramente de que el silencio es parte de la liturgia. Nosotros respondemos, por medio de cantos y oraciones, a Dios que se dirige a nosotros, pero el Ministerio Mayor, sobrepasando toda palabra, nos llama al silencio. Debe, por supuesto, ser un silencio con contenido, no solamente la ausencia de un discurso o acción. Deberíamos esperar que la liturgia nos de una quietud positiva que nos restaure."

¿Qué hacer, entonces, para regresar a los momentos de silencio durante la Liturgia? La educación es un requisito, para sacerdotes y diáconos y para laicos también.

Una sugerencia sería poner en las puertas de nuestras iglesias un letrero: En aras de la presencia de Jesús en el tabernáculo, tenga la amabilidad de mantener silencio en este lugar.

Otra puede ser instalar un sistema de sonido (la mayoría de las iglesias ya lo tienen) y dejar que música meditativa suene. Se puede también poner aunque sea una pequeña nota en el boletín parroquial o en el sitio web de la parroquia recordando sobre la necesidad de silencio. Un artículo completo al respecto no vendría mal en el boletín parroquial tampoco.

Finalmente, y con todo respeto para con aquellos miembros de la comunidad (y del clero) que deseen rezar el Rosario antes del comienzo de la Misa, programen su inicio al menos 30 minutos antes de la Misa.

El Rosario no es ni un preludio ni un pre-requisito para la Santa Misa. Yo vengo a la iglesia temprano para recogerme y orar en silencio, no para orar el Rosario ni para escucharlo. Es una devoción privada y no debería interferir con la preparación de la Misa.

Algunas parroquias han permitido la recitación del Rosario en las bancas al fondo de la Iglesia o en los laterales siempre y cuando sea en voz baja. De manera similar, uno debería esperar al menos 10 minutos después de la Misa para la recitación pública del Rosario por el bien de aquellos que desean prolongar su oración de agradecimiento en silencio.

El Rosario es una devoción tan bella que no debe hacerse a la ligera. He visto en algunas parroquias que el Sacerdote apenas y ha puesto un dedo fuera del santuario y alguien inicia a rezar el Rosario en voz alta.

Se trata de educar a la gente y de liderar con el ejemplo, empezando por el sacerdote (y en ocasiones, por el obispo) y los ministros, lectores, acólitos, Ministros Extraordinarios de la Sagrada Comunión, especialmente cuando tomen asiento en el santuario.

Adaptación y contenido agregado: María Mercedes Vanegas, PildorasdeFe.net | Con información de extraída de: Catholic Exchange

pildorasdefe maria mercedes venegasMaría Mercedes Vanegas, Nicaragüense viviendo en Alemania, soltera, ingeniera y - a ejemplo de San Francisco Javier - misionera en esta era tecnológica. Identificación evangelizadora: Ay de mí si no predico el Evangelio, pues muchos cristianos se dejan de hacer, por no haber personas que se ocupen en la evangelización

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