El Evangelio de Marcos 16,15-20 nos dice que Jesús, antes de Ascender al cielo, exhortó: El que crea y se bautice, se Salvará. El que no crea se condenará
El que Crea y se Bautice, se Salvará. El que no crea, se Condenará.
En el Santo Evangelio según San Marcos 16,15-20 encontramos unas palabras de Jesús que, además de ser una clara advertencia, nos dan una invitación a seguirle con fidelidad, sabiendo que todo lo podremos en Él. Al respecto, Cristo dice: "En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación. El que crea y se bautice, se salvará. El que no crea, se condenará. Y estos prodigios acompañarán a los que crean: arrojarán a los demonios en mi Nombre y hablarán nuevas lenguas; podrán tomar a las serpientes con sus manos, y si beben un veneno mortal no les hará ningún daño; impondrán las manos sobre los enfermos y los curarán". Después de decirles esto, el Señor Jesús fue llevado al Cielo y está sentado a la derecha de Dios. Ellos fueron a predicar por todas partes, y el Señor los asistía y confirmaba su palabra con los milagros que la acompañaban" Palabra del Señor
¿Cómo fue la Ascensión del Señor?
El Evangelio y los Hechos de los Apóstoles dicen que la Ascensión del Señor ocurrió 40 días después de la Resurrección. Ese día Jesús asciende y sube al cielo por su propio poder. Pero antes Jesús dejó a sus discípulos un mensaje importante: "Vayan por todo el mundo y proclamen la Buena Noticia a toda creatura. El que crea y se bautice, se salvará, el que no crea se condenará" (Marcos 16,15-18)
La Buena Noticia es que Dios nos ama, y que nos debemos amar unos a otros. Por eso el documento de los Obispos en Aparecida (Brasil 2007) habla de discípulos y misioneros. Primero somos discípulos. E inmediatamente somos misioneros, pues Jesús nos envía. Pero conviene traducir la misión al momento actual.
La Misión de la Iglesia hoy en día.
Jesús dejó a sus discípulos una misión muy clara: "Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación. El que crea y se bautice, se salvará. El que no crea, se condenará". La Misión que tiene encargada la Iglesia en el mundo, se puede resumir en tres opciones:
1. Servicio de la fe y promoción de la justicia.
Como he tenido ocasión de reiterar a los obispos latinoamericanos reunidos en el santuario de Aparecida, "la opción preferencial por los pobres está implícita en la fe cristológica en aquel Dios que se ha hecho pobre por nosotros, para enriquecernos con su pobreza (2 Co 8,9) De ahí que resulte natural que quien quiera ser verdadero compañero de Jesús comparta realmente el amor a los pobres. Nuestra opción por los pobres no es ideológica, sino que nace del Evangelio." (Audiencia de Benedicto XVI a los miembros jesuitas de la Congregación General 35 el 21 de febrero de 2008)
Jesús nos exhorta: "El que crea y se bautice, se salvará. El que no crea, se condenará". Según esto, la Iglesia tiene la responsabilidad de promover y anunciar la fe, para que muchos puedan entrar en este proceso de salvación.
2. Diálogo con la cultura.
Estamos en un cambio de época con grandes cambios culturales: en niños, jóvenes y adultos, en todas las instituciones (familia, escuela, política, arte ), en todos los grupos sociales (mujeres, indígenas, minorías...) Es necesario mantener un diálogo con ellos en sus diversidades sub culturales para hacer presente el evangelio en todos ellos.
3. Diálogo interreligioso:
La iglesia debe asumir un rol ecuménico con los cristianos separados y los de otras religiones.
Cómo la Iglesia debe cumplir con su misión.
La Iglesia está llamada a comprometerse realmente con todas las consecuencias en su labor de anunciar el Evangelio a toda creatura. Recordemos que esa advertencia de Jesús: "El que crea y se bautice se salvará, pero el que no crea se condenará", es una tarea que la iglesia debe ejercer con mucho ímpetu sobre los fieles. He aquí una bella historia:
- "Un ministro de agricultura recibió un día a uno de sus subordinados y su informe. El ministro le miró y le dijo: "No voy a leer este informe hasta que no vea barro".
- "¿Qué barro?", le preguntó el manager.
- "El barro en sus botas de recorrer todos esos campos", le contestó el ministro.
- "No quiero oír nada de usted sobre los mercados rurales hasta que no pueda decirme qué clase de cerveza beben esos agricultores, qué hacen sus hijos después de la escuela y de qué hablan esas gentes cuando salen el domingo de la iglesia".
- "Pero este informe está basado en una investigación muy seria", replicó el analista.
- "Barro, quiero ver barro en sus botas". A propósito, ¿Usted tiene un par de botas?.
- "No", dijo tímidamente el manager.
- "Salga de mi oficina, y no vuelva hasta que no haga lo que le he dicho" (Félix Jiménez, escolapio)
Hoy día Jesús vive entre nosotros, es nuestro constante compañero de camino, pero tal vez no lo reconocemos, porque lleva demasiado barro en sus botas.
¿Jesús nos dejó solos?
Debemos preguntarnos ahora, que cuando Jesús subió al cielo y se sentó a la derecha de Dios, ¿nos ha dejado solos? ¡NO! Jesús sigue acompañándonos en la misión que nos ha dejado: predicar la Buena Noticia en todo el mundo. Está en la Eucaristía, en la comunidad, en cada persona necesitada; está en lo más hondo de nuestro propio corazón.
La Ascensión marca el final de las apariciones del Señor resucitado a los discípulos. Pero en realidad el Señor no cesa de "estar con ellos". Al final del evangelio dice: "El Señor cooperaba con ellos y confirmaba su doctrina con los prodigios que los acompañaban". Por lo tanto, a pesar de estar lejos en el cielo, Jesús está cerca, estuvo con los discípulos y sigue estando con nosotros, con los que creemos en Él. Y nos deja el Espíritu Santo, que nos ayuda a cumplir la misión de hacer crecer el Reino de Dios: Reino de paz, de justicia y de amor.
La Conversión es para todos.
¿Podemos cada uno de nosotros influir en la conversión de otros tantos del mundo? Por supuesto que sí, cada uno pone su granito de arena, con oración honda y perseverante, y con acción humilde, lúcida y comprometida. He aquí lo que me contó una ardilla:
"Una vez estaba yo descansando en la rama de un árbol, contando cada copo de nieve que caía sobre aquella rama. Y llegué a contar hasta casi dos millones. Estaba yo contando otro copo de nieve más, cuando de pronto la rama, con el peso de los copos de nieve, se quebró, y ardilla y copos de nieve todos caímos al suelo. Seguramente aquel último copo de nieve fue el que causó la fractura de la rama".
El esfuerzo de cada uno de nosotros puede ser de tan poco peso, como el de un copo de nieve. Pero juntando los esfuerzos de todos, y sobre todo con la ayuda del Espíritu Santo, seremos capaces de romper la gruesa rama del pecado, del mal y de la injusticia, que crecen en nuestro mundo de hoy. El Evangelio tiene fuerza para inaugurar un cristianismo nuevo, y nos toca a nosotros crearlo y proclamarlo. Esa exhortación de Jesús al decirnos que "El que crea y se bautice, se Salvará. El que no crea, se condenará", debe ser tomado muy en serio. Nuestra alma está hecha para Él y para descansar eternamente en Él.
