Cómo discutir con anti-católicos.

Hace algunos años, cuando abrí un surco solitario a través de la sección de moral de la biblioteca de la Universidad Gregoriana en Roma, me encontré con un artículo titulado "La Estructura Permanente del Pensamiento Conservador".

Según el autor, cuyo nombre ahora no recuerdo, los pensadores conservadores siempre siguen los mismos patrones de argumentación y toman posiciones similares que no han cambiaron mucho a lo largo de los siglos.

Desacuerdos desde la antigüedad.

Hizo un buen libro, porque reforzó algo que la mayoría de nosotros sabemos que es verdad: Los argumentos que oímos nunca son frescos, son meras reformulaciones de viejos argumentos. Y la conversación que estamos teniendo es, de hecho, la misma conversación de nuestros ancestros, algo de la lengua puede haber cambiado, pero no la sustancia.

Por lo tanto, no es demasiado difícil ver en las guerras de la cultura actual un distante pero real eco de los desacuerdos entre los seguidores de Santo Tomás de Aquino y los Nominalistas, que hicieron furor hace seiscientos años, pero que aún están con nosotros: ¿Existen realmente en nosotros mismos o son simplemente ideas en nuestras cabezas?

Al igual que puede haber una estructura permanente para el pensamiento conservador, también parece haber una estructura permanente en el pensamiento anticatólico (se usa muy poco la palabra "pensamiento" en este contexto).

Recientemente, el Guardián ha comenzado a cantar las alabanzas del Papa Francisco, al mismo tiempo que toma la extraordinaria visión de que este Papa es una especie de Papa anticatólico, ya que muchos escritores parecen convencidos de que el Papa es quien de alguna manera corregirá lo que consideran que son las fallas de la Iglesia Católica.

¿Y cuáles son estas fallas?

Son el tipo de cosas que a menudo escuché hablar en el extranjero por mis parientes anticatólicos (de los cuales, lamentablemente, solía tener bastantes) en la década de 1970. Esta estructura permanente del pensamiento anticatólico, cuyos fundamentos probablemente se remontan a la Edad Media, se parece a esto, con algunas variaciones permitidas para acomodar sus preferencias políticas:

• La Iglesia Católica es rica y no se preocupa por los pobres.
• La Iglesia Católica está plagada de depredadores sexuales.
• La Iglesia Católica es extranjera, y no se puede confiar en ella.
• La Iglesia Católica es hipócrita y adicta a mostrar: Dios no quiere vestiduras y cálices de oro, sino simplicidad.
• La Iglesia Católica está en alianza con los dictadores de la derecha, la Iglesia Católica está en alianza con los marxistas.

Estoy seguro de que la mayoría de los lectores podrán agregar muchos más a esta lista, de acuerdo con su experiencia. Muchos de ellos pueden ser picados y empalmados de acuerdo a la preferencia.

Se me ha dicho en varias ocasiones que la Iglesia católica en Chile (país de mi madre) fue indiferente a los pobres durante años, pero luego de ser succionada por Pinochet decidió convertirse en marxista para seguir con la moda dominante. ¡Qué hipócritas! ¿Por qué no vendieron todos esos cálices de oro para ayudar a los pobres?

Por supuesto, es imposible discutir este tipo de cosas, simplemente porque los anticatólicos tienen pocas dificultades para asumir posiciones contradictorias: Los católicos son fascistas y marxistas, en una sucesión tan rápida que parecen estar juntos.

De hecho, la posición anticatólica fundamental es que los católicos son hipócritas, y las posiciones que defienden se basan puramente en la conveniencia. Les encanta seguir la moda predominante: Por lo tanto, Pío XII era "el Papa de Hitler". No hay nada nuevo en ese insulto.

¿Cómo discutir con estas personas?

Lo mejor que se puede hacer es señalar que todas estas cuestiones son complejas y no reductibles a simples formulaciones. Esto puede detenerlos, ya que no quieren ser vistos como las personas que generalmente acusan, es decir, "personas cuyos cerebros han sido lavados".

Por supuesto, podrías tratar de recordarle a la gente que el Vaticano no es rico, sino que tiene dinero en efectivo, y que posee los tesoros artísticos en los Museos Vaticanos, del mismo modo que el gobierno británico posee los contenidos de la Galería Nacional.

Uno podría señalar que una casulla de segunda mano sería de poca utilidad para una persona pobre, y que la elaboración de cálices (que se hizo en gran escala en la Reforma) es una forma de vandalismo. Pero embarcarse en estos argumentos no es para los débiles y ciertamente no para los que se aburren fácilmente.

Podría ser mejor, aunque un poco cruel, señalar a los anticatólicos que ellos también pertenecen a una tradición larga, aunque poco respetable, encarnada por la Leyenda Negra. Se podría añadir que el Papa Francisco es, como él mismo dijo, un hijo de la Iglesia, uno que cree lo que los católicos siempre han creído, y uno que hace lo que los católicos siempre han hecho.