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Categoría: Evangelio del día
Boletín diario del Evangelio de hoy por email

En el Evangelio de San Juan (15,1-8) Jesús dice: Yo soy la vid, ustedes los sarmientos. El que permanece en mí, y yo en él, da mucho fruto. Permanecer unidos

Permanecer siempre unidos a Jesús, la Vid, para dar frutos.

¿Qué significa que debemos permanecer unidos a Jesús para dar frutos? En el Evangelio de San Juan, Jesús se presenta como la Vid, un árbol que todos debemos estar unidos si queremos dar frutos en abundancia.

San Juan Evangelista nos narra lo que dijo Jesús sobre la Vid en su capítulo 15 lo siguiente: "Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el viñador. Él corta todos mis sarmientos que no dan fruto; al que da fruto, lo poda para que dé más todavía. Ustedes ya están limpios por la palabra que yo les anuncié. Permanezcan en mí, como yo permanezco en ustedes. Así como el sarmiento no puede dar fruto si no permanece en la vid, tampoco ustedes, si no permanecen en mí. Yo soy la vid, ustedes los sarmientos. El que permanece en mí, y yo en él, da mucho fruto, porque separados de mí, nada pueden hacer. Pero el que no permanece en mí, es como el sarmiento que se tira y se seca; después se recoge, se arroja al fuego y arde. Si ustedes permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran  y lo obtendrán. La gloria de mi Padre consiste en que ustedes den fruto abundante, y así sean mis discípulos" Palabra del Señor (Juan 15,1-8)

Jesús es la Vid verdadera.

La siguiente es una reflexión realizada por el Papa Emérito Benedicto XVI sobre Jesús, la vida verdadera.

La verdadera viña es Dios, la vid verdadera es Jesús, que con su sacrificio de amor nos salva, nos abre el camino para formar parte de esa viña. Y, como Cristo permanece en el amor de Dios Padre, también los discípulos, sabiamente podados por la palabra del Maestro, se unieron a Él profundamente, convirtiéndose en sarmientos fecundos, que producen fruto abundante.

El día de nuestro bautismo la Iglesia nos injerta como sarmientos en el Misterio Pascual de Jesús, en su misma persona. De esa raíz recibimos la linfa que nos hace participar en la vida divina.

Al igual que los discípulos, también nosotros, con la ayuda de los pastores de la Iglesia, crecemos en la viña del Señor, unidos gracias a su amor. Es indispensable permanecer siempre unidos a Jesús, depender de Él, porque sin Él nada podemos hacer".

[...] Cada uno de nosotros es como un sarmiento que vive solamente si, mediante la oración, la participación en los sacramentos y la caridad, fortalece su unión con el Señor. Y los que aman a Jesús, que es la vid verdadera, producen frutos de fe para una cosecha espiritual abundante (Cf Benedicto XVI, Plaza de San Pedro, 07 de mayo de 2012)

Oración a Jesús, la Vid.

Adorado Jesús mío, mucho es lo que te debo y mucho es lo que soy, por lo que has hecho y por lo que Tú eres, pues Tú eres la Vida verdadera, el árbol al que todos los cristianos debemos estar unidos. Eres el Dios de mi vida, el Dios de amor y de la ternura. Quero invitarte a hospedarte en el silencio de mi alma, a que permanezcas para siempre allí, otorgándome todas las gracias que necesito para darte los frutos correspondientes. Tú me has capacitado con dones específicos para triunfar y ser feliz y para que pueda multiplicar tu obra salvadora en los míos y en aquellos que por mi camino se crucen. No permitas que me separe de Ti, dame la gracia para más bien apartarme del pecado que no me deja permanecer unido a tu amor. No quiero ser rama seca que se arroja al fuego, arda y se extinga para siempre; ¡no! Quiero ser arbusto fértil, extender tu misericordia y tu perdón a los otros mediante tu Palabra sanadora. Señor mío, tú eres la Vid verdadera, de la que siempre debo estar unido. Pódame cuantas veces sea necesario, para ver tus obras realizadas cada día más en mí. Amén

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Redacción y edición: Qriswell Quero, PildorasdeFe.net

pildorasdefe qriswell quero firma autorQriswell Quero, Venezolano, esposo y padre de familia, servidor, ingeniero y misionero de la fe. Comprometido con el anuncio del Evangelio. Creyente sólido de que siempre existen nuevos comienzos. Quien a Dios tiene nada lo detiene.

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