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Categoría: Papa Francisco

La estatua mutilada de Cristo, sin piernas ni brazos, viajó varios días en bote, avión y autobús desde su altar en Bojaya, para llegar hasta el Papa Francisco

Bogotá, Colombia. 09/09/17.- El Papa Francisco este viernes bendijo una estatua de Cristo mutilada que fue rescatada de una iglesia bombardeada. Este acto tomó lugar en una ceremonia destinada a sanar las heridas de un conflicto que aunque está disminuyendo, sigue dividiendo amargamente a los colombianos.

La modesta estatua mutilada, sin piernas ni brazos, viajó varios días en bote, avión y autobús desde su altar en la empobrecida ciudad occidental de Bojayá para llegar a Villavicencio, una ciudad elegida por el Papa Francisco para transmitir un mensaje de reconciliación debido a su proximidad a algunos de los combates más fuertes durante el conflicto armado que duró más de medio siglo.

La reunión de este viernes y la oración de reconciliación quizás fueron los puntos más destacados de la visita de cinco días del Papa Francisco a Colombia debido a su nivel de emotividad que llenaron todos los espacios de algunos testimonios.

Además El Papa Francisco beatificó a dos sacerdotes colombianos que murieron durante la guerra de guerrillas, declarándolos mártires muertos por odio a la fe católica.

Estatua de Cristo de Bojaya.

El protagonista de este evento fue la estatua mutilada de Cristo de Bojaya, quizás el recordatorio más poderoso de la violencia política sin sentido que dejó un estimado de 220.000 personas muertas.

Alrededor de 300 residentes afrocolombianos se refugiaron en la iglesia, el único edificio de concreto en la ciudad, cuando fue golpeado por un mortero lanzado por las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia durante un triple tiroteo en el 2002 con milicias de la derecha y el ejército.

Al menos 79 personas murieron y 100 resultaron heridas. Rosa Mosquera, residente de Bojaya de 52 años, quien todavía tiene heridas de aquel día, dijo a Associated Press durante una breve parada en Bogotá durante su peregrinación hacia Villavicencio:

Este es el Cristo de la Paz. Es una imagen que dice "mírame", una imagen desanimada, sin brazos o piernas, que derrama sangre como su gente, pero tenemos que seguir adelante, no quedarnos de rodillas llorando.

Una estatua que representa a su pueblo.

El padre Antun Ramos, entonces sacerdote de la iglesia construida por los agricultores locales en los años sesenta, sacó al Cristo de los escombros el día después de los bombardeos y mientras el combate aún se desencadena por todos lados.

El padre Ramos, quien ejemplifica el papel prominente que el clero ha desempeñado en el conflicto colombiano, especialmente en áreas lejanas y abandonadas por el Estado, dijo:

"El suelo estaba muy húmedo. Agarré al Cristo y lo limpié. Fue la única cosa que tomé y desde ese momento sentí que se convertiría en un símbolo para la posteridad.

La forma en la que quedó la figura, es la forma en que la gente se sentía".

Hoy en día, la iglesia de Bojaya ha sido reconstruida, y como en muchos pueblos más afectados por el conflicto, los residentes parecen haber dejado de lado cualquier amargura.

En un referéndum del año pasado, el 96% de los habitantes de la ciudad votaron a favor del acuerdo de paz, muy lejos de los resultados nacionales, donde los colombianos, muchos muy alejados del conflicto, votaron por un margen estrecho para derribar el acuerdo original. Más tarde, el acuerdo fue modificado y aprobado por el Congreso.

El presidente Juan Manuel Santos visitó Bojaya poco después de ganar el Premio Nobel de la Paz el año pasado, asistiendo a una misa donde dijo que donaría su casi un millón de dólares para ayudar a las víctimas del conflicto.

En una muestra de agradecimiento por su búsqueda de la paz, los residentes le dieron una réplica de la estatua de Cristo.

Los líderes de las FARC también visitaron la ciudad dos veces, buscando perdón y discutiendo proyectos para ayudar a la comunidad.

Víctimas en tierras abandonadas.

Muchas de las víctimas presentes en la ceremonia proceden de pueblos que se encuentran cansados de tanta guerra, cerca de Villavicencio, una zona cubierta por la selva, aún estropeada por minas terrestres sin explotar, fosas comunes sin marcar y aldeas semidestruidas abandonadas.

Flor Sosa dijo que sus dos hijos, de 11 y 12 años, fueron secuestrados por las FARC en 1998, mientras las conversaciones de paz se llevaban a cabo cerca de su ciudad natal La Macarena.

Cuando ella pidió que sus hijos regresaran sanos y salvos, los comandantes locales amenazaron con matarla y golpearla en el estómago aunque estaba embarazada de varios meses.

Un año más tarde huyó a Villavicencio, sumándose al grupo de 7 millones de colombianos desplazados por el conflicto. Nunca volvió a ver a sus hijos, pero cree que murieron porque los rebeldes a veces se llevaban a los niños y los entrenaban para la guerra, aunque no está confirmado que eso le haya sucedido a ellos.

El pueblo desconfía: Es difícil perdonar.

Como muchas víctimas, ella está agradecida por el apoyo del Papa Francisco y cree que su presencia puede ayudar a Colombia a sanar. Pero también tiene serias dudas sobre el compromiso de las FARC de cumplir con los requisitos del acuerdo para confesar sus crímenes y compensar a las víctimas.

También teme por las amenazas de otros grupos armados que aún están al acecho. Conteniendo las lágrimas, Sosa dijo:

"La reconciliación es muy difícil. Primero quiero que entreguen los cuerpos de mis hijos y me digan la verdad. Todos pueden orar por la reconciliación, pero si la otra persona no admite lo que hizo y no toma la responsabilidad de sus muchos errores, entonces es difícil creerles y perdonar".

Información vía: Catholic Herald
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