Papa Francisco: El problema del hombre es que con frecuencia se arrodilla ante cosas que un día se extinguirán
La idolatría es algo que nos separa del amor de Dios, pero hay muchas y distintas formas de idolatría en este mundo actual que pueden desviarnos del amor de Dios y separarnos de su gracia consoladora.
Una de las peores idolatría que afecta a tantas personas hoy en día es la idolatría de la belleza, algo que el Papa Francisco denuncia en esta reflexión que nos hace llegar para que dirijamos correctamente nuestros deseos y proyectos alineados con el proyecto de Dios en neustras vidas.
El Papa Francisco ha expresado que Dios es la mayor gloria y advirtió a todos los creyentes contra la tentación de divinizar las cosas terrenales e incluso de idolatrar a nuestros hábitos y a la belleza pasajera.
Además, el Papa Francisco también firmó que debemos mirar más allá de estas cosas, a lo que es trascendente, a Dios el creador, cuya gloria no se marchita. A continuación su mensaje.
La belleza de Dios.
La gran belleza es Dios. Lo reza también el Salmo 18:
"Los cielos narran la belleza de Dios".
El problema del hombre es que con frecuencia se arrodilla ante cosas, cuyo esplendor, es sólo un reflejo de lo que un día, de todos modos, se extinguirá, o incluso, se vuelve devoto de placeres aún más pasajeros.
Las dos idolatrías que nos separan del amor de Dios.
El Papa Francisco ha tomado unos pasajes bíblicos para indicarnos las idolatrías que debemos evitar
1. La idolatría de estar apegado a la belleza.
La lectura del Libro de Sabiduría (13,1-9) y el Salmo (18,2-3.4-5) se refieren a la belleza de la creación, pero también subrayan el error de aquella gente que en estas cosas bellas no ha sido capaz de ver más allá, es decir la trascendencia.
Esta es la idolatría de la inmanencia, que hace que uno se detenga ante una belleza sin un más allá.
Se han apegado a esta idolatría; están sorprendidos por su poder y energía. No han pensado cuán superior es su Soberano, porque los ha creado, Aquel que es principio y autor de la belleza.
Es una idolatría mirar las bellezas, tantas, sin pensar que habrá un ocaso. También el ocaso tiene su belleza Y esta idolatría de estar apegados a las bellezas de acá, sin la trascendencia, todos nosotros corremos el riesgo de tenerla.
Es la idolatría de la inmanencia. Creemos que las cosas son como son, son casi dioses, que jamás terminarán. Olvidamos el ocaso".
2. La idolatría de esta apegados a los hábitos.
La otra idolatría es la de los hábitos que ensordecen el corazón. Recordemos las palabras de Jesús en el Evangelio (Lc 17,26-37), con su descripción de los hombres y las mujeres en tiempos de Noé o los de Sodoma cuando, recuerda que comían, bebían, tomaban esposa y esposo sin preocuparse por otra cosa, hasta el momento del diluvio o de la lluvia de fuego y azufre, de la destrucción absoluta:
Todo es habitual. La vida es así: vivimos así, sin pensar en el ocaso de este modo de vivir. También esto es una idolatría: estar apegado a los hábitos, sin pensar que esto terminará.
Y la Iglesia nos hace ver el final de estas cosas. También los hábitos pueden ser pensados como dioses. ¿La idolatría?
La vida es así, vamos adelante así Y así como la belleza terminará en otra belleza, nuestro hábito terminará en una eternidad, en otro hábito. ¡Pero está Dios!".
Centrarse en la belleza que va más allá.
En cambio es necesario dirigir la mirada siempre más allá, hacia el hábito final, al único Dios que está más allá del fin de las cosas creadas, como la Iglesia enseña en estos días que concluyen el Año litúrgico, para no repetir el error fatal de mirar hacia atrás, como sucedió a la esposa de Lot, teniendo la certeza que si la vida es bella, también el ocaso será muy bello.
Nosotros, los creyentes, no somos gente que vuelve atrás, que cede, sino gente que va siempre adelante. Ir siempre adelante en esta vida, mirando las bellezas y con los hábitos que tenemos todos nosotros, pero sin divinizarlas. Terminarán
Que sean estas pequeñas bellezas, que reflejan la gran belleza, nuestros hábitos para sobrevivir en el canto eterno, en la contemplación de la gloria de Dios"
