Papa Francisco: También somos hipócritas creyendo nosotros mismos que somos algo que en realidad no somos
"Para ser salvados y sanados por Dios debemos reconocer que somos débiles, vulnerables y pecaminosos como las vasijas de barro. Esto nos llevará a la felicidad", estas fueron algunas de las palabras del Santo Padre, en una Misa en la capilla de la Casa Santa Marta, mientras reflexionaba sobre la Segunda Carta a los Corintios, donde San Pablo habla del misterio de Cristo. El Papa Francisco dijo a su audiencia:
"Esta carta nos dice que tenemos el tesoro de Cristo en nuestra fragilidad y debilidad, porque somos vasijas de barro".
No aceptar la vergüenza es hipocresía.
Todos somos vulnerables, frágiles, débiles y necesitamos ser sanados, pero reconocer nuestra debilidad es una de las cosas más difíciles de la vida, y la mayoría de las veces tratamos de cubrir esta debilidad con cosméticos o disfraces para disimular, fingiendo que no existe, y esto es hipocresía.
Tentación de cubrir nuestras debilidades y pecados.
Además de ser hipócritas con los demás, también somos hipócritas creyendo nosotros mismos que somos algo que en realidad no somos, al creer que no necesitamos sanación y apoyo.
Este el camino hacia la vanidad, el orgullo y la auto-referencia de aquellos que no se sienten hechos de barro y aun así buscan la salvación y el cumplimiento en sí mismos.
San Pablo reconoce que el poder de Dios es el que nos salva a través de nuestra debilidad. Sacudida pero no desesperada, perseguida pero no abandonada, golpeada pero no muerta, siempre existe esa relación entre el barro y el poder, barro y el tesoro, pero la tentación es siempre la misma: cubrir, ocultar y no creer que estamos hechos de barro.
Esa es la hipocresía con nosotros mismos.
Acepta tu debilidad y Dios vendrá con su salvación y felicidad.
Confesar nuestros pecados de alguna manera blanquea un poco el barro para parecer fuertes. Más bien, debemos aceptar nuestra debilidad, aunque sea difícil hacerlo. Esta es la importancia de la "vergüenza".
Es la vergüenza la que amplía el corazón para permitir que el poder de Dios entre. Entra a través de la vergüenza de ser barro y no un jarrón de plata u oro.
Cuando Pedro se opuso a que Jesús lavara sus pies, no se dio cuenta de que estaba hecho de barro y que necesitaba el poder del Señor para ser salvado.
Es sólo cuando aceptamos que estamos hechos de barro que el extraordinario poder de Dios vendrá y nos dará la plenitud, la salvación, la felicidad y la alegría de ser salvados, recibiendo así el tesoro del Señor.