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Categoría: Celebración del día

El Domingo de Ramos, también conocido como el Domingo de Pasión, inaugura la Semana Santa y conmemora la entrada triunfante de Jesús en Jerusalén

Domingo de Ramos o Domingo de Pasión.

El Domingo de Ramos, o Domingo de la Pasión, es una fiesta cristiana movible que cae el domingo antes de la Pascua. La fiesta conmemora la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, evento mencionado en cada uno de los cuatro Evangelios canónicos. Con el Domingo de Ramos, o más correctamente conocido como el Domingo de la Pasión del Señor, comienza la solemne celebración de la Semana Santa, en la que se recuerda y se celebran los últimos días de la vida terrenal de Jesús, con grandes tormentos interiores, sufrimiento físico, los juicios injustos, la subida al Calvario, la crucifixión, muerte y sepultura, y, finalmente, su resurrección.

Fiesta: Domingo anterior al Domingo de Pascua.

 

Martirologio romano: Domingo de Ramos: Pasión de nuestro Señor Jesucristo, en la que, de acuerdo con la profecía de Zacarías, sentado sobre un pollino de asno, Jesús entró en Jerusalén al momento que también gran parte del público que se le acercaba, lo alababan con cánticos y con palmas en las manos lo recibían alegremente.

Tradición del Domingo de Ramos.

El Domingo de Ramos Iglesia celebra la entrada de Cristo en Jerusalén para realizar su misterio pascual. Los cuatro evangelistas relatan este acontecimiento y subrayan su importancia. Jesús es presentado como el Rey-Mesías, que entra y toma posesión de su ciudad.

Pero Jesús no entra como un rey guerrero que avanza con su gran ejército, sino como un Mesías humilde y manso, cumpliendo así la profecía de Zacarías (9,9): "He aquí que tu rey viene a ti; él es justo y victorioso, humilde y. montado en un asno".

 

Celebración del Domingo de Ramos, o Domingo de la Pasión del Señor

La procesión del Domingo de Ramos.

La característica de la procesión es el júbilo, gozo que anticipa el de Pascua. Es una procesión en honor de Cristo rey; por eso los ornamentos son rojos y se cantan himnos y aclamaciones a Cristo.

La Iglesia realiza los acontecimientos del primer Domingo de Ramos: lo que se lee en el evangelio se vive inmediatamente después en la procesión.

La procesión no es simple ostentación, sino algo muy real; en cierto sentido, más real que el mismo acontecimiento original, porque la Iglesia, al celebrar este hecho con fe y devoción, celebra el misterio que se oculta en él.

El rey que nosotros aclamamos en el Domingo de Ramos y en nuestra vida no es un personaje histórico, sino el que vive y reina por siempre.

Domingo de Ramos: entrada de Jesús a Jerusalén.

El significado de la entrada triunfal de Cristo solamente se percibe desde la fe. Jesús entra para llevar a cabo su obra mesiánica, para sufrir, morir y resucitar. "¡Bendito el que viene en nombre del Señor!; ¡hosanna en las alturas!"

En cada celebración eucarística repetimos esta aclamación al comenzar la oración eucarística.

La venida de Cristo en el misterio eucarístico acontece diariamente. En la procesión del Domingo de Ramos, la Iglesia, representada en cada asamblea litúrgica, sale a recibir y dar la bienvenida a Cristo de una manera especial.

La procesión del Domingo de Ramos nos transmite como una anticipación o pregustación del Domingo de Pascua. La alegría y el triunfo de Pascua rompe así la liturgia más bien sombría del Domingo de Ramos. Las palmas que se bendicen y se llevan en procesión, son emblema de victoria. "Hoy honramos a Cristo, el rey triunfador, llevando estos ramos".

El responsorio del Domingo de Ramos que se canta al entrar en la Iglesia menciona explícitamente la resurrección: "Al entrar el Señor en la ciudad santa, los niños hebreos profetizaban la resurrección de Cristo".

En la procesión del Domingo de Ramos, la Iglesia, además de conmemorar un hecho pasado y celebrar una realidad presente, anticipa también su cumplimiento final. La Iglesia espera la completa realización del misterio al final de los tiempos. Esta nota escatológica está contenida en la oración que se dice en la bendición de los ramos: "A cuantos vamos a acompañar a Cristo aclamándolo con cantos, concédenos entrar en la Jerusalén del cielo por medio de él".

Una de las peticiones de laudes en el Domingo de Ramos, dirigida a Cristo, contiene también esta ansia de la plenitud futura: "Tú, que subiste a Jerusalén para sufrir la pasión y entrar así en la gloria, conduce a tu Iglesia a la Pascua eterna".

Liturgia de la palabra del Domingo de Ramos.

Este domingo se llama de dos maneras: Domingo de Ramos y también domingo de pasión. Ramos por la victoria y pasión por el sufrimiento. La procesión es heraldo de la victoria de Pascua; en cambio, la liturgia de la palabra que le sigue nos sumerge en la liturgia del Viernes Santo. Cristo vencerá efectivamente, pero lo hará por su pasión y muerte.

1. Primera Lectura en Domingo de Ramos.

La primera lectura es del profeta Isaías (50,74). Los sufrimientos del profeta en manos de sus enemigos son figura de los de Cristo. Su serena aceptación de los insultos e injurias nos hace pensar en la humildad de Cristo cuando fue sometido a provocaciones aún peores.

Es un sufrimiento aceptado, libre y voluntariamente soportado. Esta idea de aceptación se encuentra también en la segunda lectura (Flp 2,6-11), que nos dice: "Cristo se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz". Repetimos el mismo tema en el prefacio: "Siendo inocente, se entregó a la muerte por los pecadores y aceptó la injusticia de ser contado entre los criminales".

2. Segunda Lectura en Domingo de Ramos.

La segunda lectura en el Domingo de Ramos nos hace penetrar con profundidad en el misterio de la redención. San Pablo, escribiendo a los filipenses, habla del anonadamiento (kenosis) de Cristo, el cual no solo se despojó de sí mismo asumiendo la condición de esclavo, sino que incluso se humilló hasta someterse a la muerte de cruz.

Esta era lo último de la humillación y el anonadamiento, hacerse un proscrito, un desecho de la sociedad. Pero San Pablo, después de sondeadas las profundidades de los sufrimientos de Cristo, eleva en seguida nuestro pensamiento: "Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el «Nombre-sobretodo-nombre»".

Domingo de Ramos también es Domingo de pasión.

La solemne lectura de la pasión es lo más característico de la misa. Siguiendo la actual ordenación litúrgica en tres ciclos, el evangelio puede ser el de Mateo, el de Marcos o el de Lucas. Tradicionalmente, se lee el de Mateo.

La lectura del evangelio se despoja de todo ceremonial, incluso en las misas solemnes: no se usan velas ni incienso, y se omite también la señal de la cruz al principio. Simplemente, se comienza con el anuncio: "Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo (o Lucas)".

El evangelio de la pasión no necesita adornos; ni siquiera requiere introducción ni homilía; habla por sí mismo. Cuando se lee con reverencia, no puede menos de causar una impresión profunda. Hay muchos libros sobre la vida de Cristo, muchas meditaciones y tratados sobre la pasión. Pero nada causa en nosotros mayor impacto que los relatos de la pasión del Señor que nos ofrecen los mismos evangelistas.

No hay en ellos la menor intención de influir en nuestros sentimientos o de presentar una versión intensamente recargada de lo que allí sucedió. Tampoco se detecta afán alguno de quitar importancia a los sufrimientos físicos y morales de El Salvador.

Lo que se trata de hacer en el Domingo de Ramos es una narración sencilla, digna y moderada, que, sin embargo, lo dice todo; de tal manera que nos es fácil imaginarnos a nosotros mismos como testigos presenciales de los acontecimientos. Hay en ella drama y patetismo, pero también serenidad. La persona de Cristo descuella entre sus acusadores y perseguidores.

En el Domingo de Ramos es costumbre muy acertada el tomar tres lectores para la lectura de la pasión. Ello ayuda a mantener la atención y el interés. Sirve, además, para poner en evidencia las palabras de Cristo, que pueden ser leídas por el mismo celebrante. Un segundo lector se hará cargo del papel de narrador, y otro asumirá las demás partes.

Oración para el Domingo de Ramos.

Padre eterno, te damos gracias por enviar a tu Hijo unigénito para mostrarnos el camino de la luz y de la Gloria, para que podamos ser liberados de la esclavitud del pecado a través de esa gloriosa muerte de Jesús en la cruz.

Gracias, Padre, porque en este día, le damos la bienvenida a Jesús en nuestras vidas y en nuestros corazones con palmas y cánticos de alegrías. Es el comienzo de la Semana Santa, un viaje de sanación que todos tomamos hacia el poder redentor de la cruz. Te acompañamos también al Sepulcro y nos mantenemos en vigilia esperando la victoria de la Resurrección y todas las gracias que vienes a darnos a través de la revelación maravillosa de tu glorioso Reino de eterna verdad y de amor.

"¡Hosanna! Bendito sea el que viene en el nombre del Señor."

Tú eres santo y justo, Señor mío. Todo el honor y toda la gloria para tu presencia sanadora. Tu amor perdura para siempre y tu misericordia por todas las generaciones. Gracias por redimirnos, Gracias por darnos la oportunidad de ser nuevas creaturas. Ayúdanos a mantenernos fuertes y fieles a ti. Ayúdanos a no seguir las corrientes del mundo que nos alejan de Ti. Danos Señor tu amor para siempre.

"¡Hosanna! Bendito sea el que viene en el nombre del Señor."

Todo esto lo pedimos, en el poderoso nombre de Jesús. Amén.

Que este Domingo de Ramos entre en tu vida todo el amor de Dios y se quede para siempre en tu corazón. Que el Domingo de la Pasión puedas meditar sobre la vida, muerte del Señor, esperando con alegría su resurrección en la Pascua. El Domingo de Ramos nos llama a la reflexión y al recogimiento. Entreguemos el corazón a Cristo en esta celebración hermosa de las palmas ¡Feliz Domingo de Ramos!

Santos de la semana

Adaptación, contenido agregado y edición: Qriswell Quero, PildorasdeFe.net | Con información extraída de: Vincent Ryan - Cuaresma-Semana Santa. Paulinas, Madrid-1986. Págs. 73ss.
Biografía de Santos - Celebraciones y Fiestas de la Iglesia

pildorasdefe qriswell quero firma autorQriswell Quero, Venezolano, esposo y padre de familia, servidor, ingeniero y misionero de la fe. Comprometido con el anuncio del Evangelio. Creyente sólido de que siempre existen nuevos comienzos. Quien a Dios tiene nada lo detiene.

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