Nosotros te vemos y estamos muy agradecidos. Si tú no traes a tu hijo, nosotros no tendríamos la oportunidad de presenciar ese tipo de amor
A principios de este mes, en una historia llamada "Lo que vi sobre el respeto a la vida en Domingo", escribí acerca de presenciar el amor entre padres de niños con necesidades especiales, en la Santa Misa. Este fin de semana pasado, por gracia de Dios, he tenido nuevamente el privilegio de ver este tipo de amor en acción cuando me senté en la misa, en la banca justo detrás de mi amiga Marybeth y su hija, Emily, quien es autista.
He escrito antes acerca de Marybeth y Emily, y sobre la experiencia de estar en la misa con ellos. El amor entre esta madre e hija me ha robado varios suspiros durante años, desde que Emily era una niña. Ahora siendo ella una adolescente, Emily todavía ilumina cada habitación con su espíritu infantil, y me asombra con su sincera devoción a la Santa Misa.
Cuando comenzó esta Misa, Marybeth y Emily abrieron el misal y siguieron juntas las lecturas y oraciones. Ellas encontraron todas las canciones en el himnario (escuchar a Emily entonar el nombre de «Jesús» me hizo sentir como si tuviera un asiento de primera fila en una sesión de adoración en el cielo). Cuando Emily reconocía versículos bíblicos y oraciones litúrgicas que le eran familiares, ella recitaba ardientemente junto con el lector, diácono, o el sacerdote.
A través de todos los años que la he conocido, el entusiasmo de Emily por cada palabra y oración en la Misa nunca ha disminuido y menos la expresión externa de amor entre Marybeth y Emily. En el camino, Marybeth pone su brazo alrededor de Emily, y Emily se apoya en el hombro de su madre, por la parte de atrás, y por delante la toma de la mano, se frotan la espalda y tocan sus cabezas, es una danza cuya coreografía parece tener un toque divino.
Aunque he visto esto antes, siempre se siente como nuevo, y así por segunda vez en este mes, en la misa, el amor entre una madre y una hija con necesidades especiales, me hizo llorar.
Después de esto, yo estuve pensando en Marybeth y Emily; y sobre las familias que describí en un artículo anterior; acerca de los padres que conozco que tienen niños con necesidades especiales; y de la gracia que se derrama en su presencia. Y me pregunté: ¿sabrán estas personas cuánto significa su testimonio?
En caso de que no lo sepan, quiero escribir esto para ellos:
Carta a los queridos padres de niños con necesidades especiales:
Nosotros los vemos (voy a utilizar la palabra "nosotros", porque sé que hay muchas más personas como yo que sienten esto de la misma manera)
Nosotros vemos la forma en que tú cuidas de tu hijo, la mirada de amor en tus ojos fatigados y el suave toque de tus manos cansadas. Puede que nosotros no te veamos durante horas y horas que dedicas en atender a las necesidades de tu hijo en tu casa, cuando nadie está mirando. Nosotros no vemos que te levantas en medio de la noche, y haces las mismas cosas difíciles día tras día. Nosotros sólo podemos imaginarnos la cantidad de fuerza que tú necesitas
Pero nosotros, te vemos cuando llevas a tu hijo en público. Algunas veces esto es una tarea enorme para ti, llevar a tu dulce hijo a alguna parte, ya sea debido a la cantidad de esfuerzo que necesitas sólo para ir de un lugar a otro, o por la preocupación que debes sentir por el ruido que hará tu hijo en un lugar tranquilo. (Nosotros comprendemos el por qué esto puede ser embarazoso para ti, pero el ruido que hace tu hijo no hace que nos molestemos, por el contrario, a nosotros nos suena como el canto de los cielos)
Nosotros te vemos y estamos muy agradecidos. Si tú no traes a tu hijo, nosotros no tendríamos la oportunidad de presenciar ese tipo de amor. Un amor que da cuando no parece posible dar más. Un amor que emana cuando tu niño sonríe, cuando habla, cuando ríe, cuando hace ruido, e incluso cuando se enoja, cuando se ve necesitado, y cuando se agita. Es un amor que nos recuerda que Cristo nos ama cuando sonreímos, hablamos, reímos, hacemos demasiado ruido, e incluso cuando nos enojamos, cuando nos vemos necesitados, y cuando nos agitamos
Si tú no traes a tu hijo en medio de nosotros, no tendríamos la oportunidad de ver esta imagen viva del amor de Dios.
Y sí, sabemos que tú no eres perfecto, y hay momentos en que tú no amas a la perfección (estamos en el mismo barco) Eso nos inspira también, porque tú sigues adelante, incluso cuando es difícil, incluso cuando tú te sientes como si no estuvieses haciendo un buen trabajo, incluso cuando tú no sabes si lo que estás haciendo realmente está ayudando.
El desaliento también es parte del amor, somos humanos y queremos amar mejor y parece que en ocasiones no podemos hacer las cosas bien, no importa cuánto nos esforcemos. No pienses ni por un minuto que tus sentimientos de fracaso, te hacen menos padre de vez en cuando. Por el contrario, te hacen más que un padre. Te prueban lo difícil que es intentar hacer un buen trabajo. Si no estabas intentándolo, no te sientas como si ya has fallado. Tú ya has tenido éxito en lo que más importa: que has sido fiel a la llamada del amor y de cuidar de tu hijo, un hijo de Dios. Y todos nosotros los vemos como bendecidos.
También sabemos que tú no estás haciendo esto por algún tipo de reconocimiento, y que las expresiones de gratitud de un espectador, no están a la altura de las bendiciones que tú recibes simplemente por ser el padre de un hijo extraordinario. Pero cada uno puede utilizar el apoyo algunas veces, y queremos que sepas que el trabajo de tu vida no pasa desapercibido.
Que Dios les conceda fuerza renovada en la medida que tú bebes del río del agua viva. También oramos para que, cuando tú necesites ayuda, te sientas lo suficientemente cómodo para llegar a nosotros, y que nosotros seamos capaces de apoyarte como Cuerpo de Cristo que somos.
Tu hijo es hermoso; la forma en que cuidas a tu hijo es hermosa; y es un honor y un privilegio para nosotros ser testigos de ese amor. En tu ejemplo, las palabras de Jesús resuenan:
"Este es mi mandamiento: que se amen los unos a los otros como yo los he amado" (Juan 15,12)
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Adaptación y traducción al español por PildorasdeFe.net, del artículo publicado originalmente en: Catholic Exchange, autor: Maura Roan McKeegan