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Categoría: Evangelio dominical
Boletín diario del Evangelio de hoy por email

No es suficiente comulgar para lograr la salvación. Nadie lleva ofrendas al altar, si tiene alguna deuda pendiente con su hermano

¿Comulgar es suficiente para lograr la salvación?.

Comulgar no asegura la salvación de ninguno. Muchos creen hoy en día que con el mero acto de comulgar es suficiente para lograr la salvación.

Pero hay quienes participan de la comunión sin confesarse. Hay quienes reciben la comunión y siguen aún en pleitos con sus hermanos, familiares amigos. Hay quienes van a comulgar y siguen despreciando a los demás o siendo indiferentes al dolor del prójimo.

Comulgar para lograr la salvación.

Para comulgar y lograr la salvación, primero tenemos que tener claro qué es la comunión con Dios.

La unidad por la que Cristo reza es porque estemos unidos a Él con un espíritu de piedad y compasión. Permanecer en Él, unidos a Él. Esta unidad (comunión) a la que se refiere nuestro Señor es la vida misma que explica la primera epístola de San Juan sobre la salvación y la comunión con Dios:

"La noticia que hemos oído de él y que nosotros les anunciamos, es esta: Dios es luz, y en él no hay tinieblas. Si decimos que estamos en comunión con él y caminamos en las tinieblas, mentimos y no procedemos conforme a la verdad. Pero si caminamos en la luz, como él mismo está en la luz, estamos en comunión unos con otros, y la sangre de su Hijo Jesús nos purifica de todo pecado". (1 Juan 1,5-7).

Aquí nuestra comunión con Dios se describe como una comunión de luz. Y San Juan usa la luz para decir que nuestra comunión con Dios es una verdadera participación en Dios y en la vida de nuestros hermanos.

El verdadero acto de comulgar.

El Apóstol San Juan, más adelante en la misma Epístola, vuelve a describirnos cómo es la verdadera comunión que debemos tener:

"El que dice: "Amo a Dios", y no ama a su hermano, es un mentiroso. ¿Cómo puede amar a Dios, a quien no ve, el que no ama a su hermano, a quien ve?". (1 Juan 4,20).

Esta falta de comunión con el hermano, es una falta de comunión hacia Dios. Terminará por corromper todo lo que nos rodea, nuestras relaciones con otras personas y nuestras familias, nuestras instituciones y nuestras mejores intenciones. 

Despreciamos la Luz y preferimos la oscuridad sin querer. Cortamos la comunión con Dios. Necesitamos llenarnos de la luz de Dios para entrar en verdadera comunión con Él y con el hermano.

Jesús quiere estar en comunión contigo por una razón.

Del Evangelio de San Juan, en el capítulo 6, Jesús realiza el milagro de la multiplicación de los panes y peces. Y además se presenta a sí mismo como el Pan de Vida, el pan bajado del cielo (Leer Juan 6,1-63)

Después de este milagro, muchos buscan a Jesús, pero por la razón equivocada. Jesús les había multiplicado el pan y el pescado, y todos comieron hasta saciarse. Y eran 5.000 hombres, sin contar las mujeres y niños.

Ya no se despegarían de Jesús, pues resolvía sin trabajar sus problemas más inmediatos: por lo menos la comida. Ellos, contentos y satisfechos, quieren seguir a este Jesús maravilloso para ver qué otra cosa les ofrecía. Y, al ver que ya no estaba con ellos, lo buscan. Cuando lo hallaron, medio le reclaman: "¿Por qué te fuiste?" Jesús aprovecha para aclarar la situación y decirles de frente:

"Ustedes me buscan porque comieron bien. Pero miren: no basta con tener pan y comida".

Y así es. No basta solo con comulgar. Dentro de poco volverán a tener hambre, y van a querer resolver sus problemas de esa forma milagrosa y facilitona. Jesús como siempre trasciende y les pone como solución tener otro alimento más importante, que perdura dando vida eterna.

Buscar a Dios por las razones correctas.

En realidad puede haber varias razones por las que la gente busca a Dios. Vamos a indicar tres:

  1. Para pedir cosas materiales, como aquí: la gente busca a Jesús porque les ha dado pan… lo cual está bien. El pan material es muy importante. Jesús mismo les ha enseñado a pedir a Dios «el pan de cada día» para todos. También se pide la salud corporal, empleo....

  2. Jesús trasciende y les ofrece un alimento que puede saciar para siempre su hambre dando vida eterna. La gente se queda intrigada, y pregunta: "¿Qué obras tenemos que hacer para trabajar en lo que Dios quiere?". Se imaginan que serán cosas relacionadas con su cultura religiosa: ritos, prácticas, observancias nuevas, costumbres, tradiciones religiosas… En nuestra cultura serían tocar una imagen, sacarla en procesión, estampas… Todo esto está también bien y son necesarias en nuestra cultura.

  3. Jesús responde directamente: Éste es el trabajo que Dios quiere: que crean en el que Él ha enviado. Este es el nivel más alto: "Voy a Jesús porque el Padre lo ha enviado". La respuesta de Jesús toca el corazón del cristianismo. Jesús es el gran regalo que el Padre ha enviado al mundo. Toda la fuerza y la originalidad de la Iglesia está en creer en Jesucristo y seguirlo. Hay que pasar de una religión de devociones particulares a vivir como discípulos de Jesús.

Ser cristiano exige hoy una experiencia de Jesús, una identificación con su proyecto y un contacto vital con Jesús el Cristo. Es lo que San Ignacio de Loyola quiere que pidamos continuamente en los Ejercicios Espirituales: "Conocimiento interno de Jesús para amarlo más y seguirlo". Comulgar y lograr la salvación debe pasar por el amor verdadero a Jesús.

Jesús es pan de vida.

A esa multidud que busca a Jesús después de la multiplicación de los panes, Jesús les dice que lo busquen por lo que realmente vale la pena: que hay otro pan más importante, que perdura hasta la vida eterna. Ése es el que interesa. Más aún les dice:

"Yo soy el pan verdadero. Yo soy el pan del cielo. Yo soy el pan que da vida eterna. El que viene a mí, nunca tendrá hambre; y el que cree en mí, nunca tendrá sed"

Es Jesús mismo. Es la fe en Él, y es la fe en Dios, y esta fe se muestra en el amor. Comulgar es permanecer en Jesús, permanecer en el amor a los hermanos.

¿Basta la comunión para lograr la salvación?

No es suficiente comulgar para lograr la salvación. La naturaleza íntima de la Iglesia se expresa en esta triple tarea:

  • Anuncio de la Palabra de Dios (kerygma-martyria),
  • Celebración de los Sacramentos (leiturgia) y
  • Servicio de la caridad (diakonia) (Benedicto XVI, "Dios es amor", n. 25).

Esta triple tarea no puede faltar en la Eucaristía. En ella tenemos la proclamación de la Palabra en las Lecturas; el Sacramento en la Consagración y la Comunión; y el amor y servicio, que no pueden faltar, además del abrazo de paz.

En la Última Cena se dio claramente este tercer elemento: el lavatorio de pies (servicio al prójimo), parte integral de la Eucaristía, parte necesaria para la verdadera comunión con Dios. Comulgar con Dios es también estar dispuesto a prestar servicio a los demás con amor.

Comulgar estando en conflicto con el hermano.

Los profetas de Israel inauguraron la tradición de vincular el culto a Dios con la práctica de la justicia. (Jeremías 7, 1-15; 26,1-24).

Jesús antepuso la justicia al culto. Así, dijo que nadie llevara ofrendas al altar, si alguien tenía alguna deuda pendiente con algún hermano, pues primero es la reconciliación entre los seres humanos que el culto a Dios (Leer Mateo 5,23-24).

San Pablo afirmaba que donde existe la desigualdad y ésta es ostentosa, no se está celebrando la eucaristía, sino un acto que el Señor condena. Su denuncia de estos casos fue ardiente (1 Corintios 11,17-34).

En los primeros siglos del cristianismo existió una gran sensibilidad para captar la relación eucaristía-justicia (eucaristía-caridad) y sólo celebraban la eucaristía y compartían el pan los que ponían antes sus bienes en común con todos los hermanos. El obispo tenía la obligación de vigilar quiénes llevaban ofrendas a las misas. Si se trataba de personas que oprimían a los pobres, estaba prohibido recibir nada de ellos. (Constitución Apostólica II, 17, 1-5 y III, 8 y IV, 5-9)

Jesús es el pan vivo bajado del cielo.

Yéndonos a la reflexión sobre la multiplicación de los panes, más adelante la gente se encuentra con Jesús para que le sigan saciando su hambre y Él les habla de que Él es el pan que han de comer para que nunca tengan hmabre. A lo que ellos responden: "Señor, danos siempre este pan" (Juan 6,34)

Esta respuesta es paralela a la de la samaritana, que dijo, "Señor, dame de esa agua". (4,15a). Ambas suenan como si le estuvieran pidiendo a Jesús un regalo especial, pues la samaritana añadió, "para que no tenga sed, ni venga acá á sacarla". (4,15b). Su comprensión era solo superficial. Sospechamos que lo mismo es verdad de esta multitud.

Así que, Dios vino a nuestro mundo como pan bajado del Cielo, convirtiéndose en uno de nosotros, para que al compartir nuestra vida, pudiéramos tener una participación en su vida. Comulgar a Cristo va más allá de nuestros sentidos humanos.

En el Santo Bautismo estamos unidos a Él, y todo lo demás que nos da en la vida de su Iglesia es con el propósito de fortalecer, nutrir y renovar esta vida dentro de nosotros. Todos los sacramentos se centran en esto. Entonces debemos tener claro que la comunión con Dios es la comunión con nuestros hermanos. Comulgar para lograr la salvación implica participar de la vida de los que nos rodean.

Sobre la Eucaristía y Comunión.

Redacción y edición: Padre José Martínez de Toda, S.J., PildorasdeFe.net

pildorasdefe padre jose todaPadre José Martínez de Toda, S.J., Coordinador del Sector Comunicación de la CPAL (Conferencia de Provinciales Jesuitas de América Latina) Venezuela

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