San Carlos Borromeo fue un obispo que se preocupó por las necesidades de otros: Convocó sínodos y erigió seminarios, ayudó a pobres, enfermos y necesitados
San Carlos Borromeo: El Obispo de los Pobres y Enfermos.
San Carlos Borromeo fue un arzobispo de Milán de 1564 a 1584 y cardenal. Fue una figura destacada en el combate contra la Reforma Protestante junto con San Ignacio de Loyola y San Felipe Neri. Fue responsable de importantes reformas en la Iglesia Católica, incluida la fundación de seminarios para la educación de los sacerdotes. Dedicó toda su vida a ayudar al pueblo de Dios a ser más como Jesús, más como el Reino del Padre. Se dedicó a la atención a los pobres y enfermos. Con su testimonio, él nos dice que cada uno de nosotros puede hacer una gran diferencia en el Cuerpo de Cristo. San Carlos Borromeo es el santo patrono contra las úlceras, cáncer, trastornos intestinales, cólicos, soportar enfermedades, enfermos, ancianos, obispos, seminaristas, catequistas, catecúmenos, directores espirituales; líderes espirituales.
Fiesta: 4 de noviembre.
Martirologio Romano: Memorial de San Carlos Borromeo, obispo, quien se hizo cardenal debido a su tío, el papa Pío IV y elegido obispo de Milán, en donde fue un verdadero pastor atento y fiel a las necesidades de la Iglesia de su tiempo: convocó sínodos y estableció talleres para impartir formación al clero, visitó muchas veces a todo su rebaño para fomentar el crecimiento de la vida cristiana, y emitió varios decretos con el fin de salvar a las almas.
Biografía de San Carlos Borromeo.
San Carlos Borromeo nació el 2 de octubre de 1538, cerca de los Alpes, en el lago Maggiore, Italia. Él era el segundo hijo de unos padres muy ilustres y ricos que lo criaron en un ambiente muy religioso.
Cuando tenía doce años, se le dio la tonsura, que es el corte de pelo en la parte superior de la cabeza. Esto lo marcó para el sacerdocio y fue educado con ese objetivo en mente.
San Carlos Borromeo estudió teología y también obtuvo su licenciatura en derecho en la Universidad de Pavía, en Milán. Tres semanas después de haber recibido su título, el hermano de su madre, el Cardenal Médicis, se convirtió en el Papa y admirado por las grandes cualidades de su sobrino joven y brillante, lo mandó a llamar para que se fuese a Roma con él.
Casi de inmediato, y por el talento resaltante del Joven Carlos Borromeo, quien contaba con 22 años, el Papa Pío IV, lo hizo nombrar cardenal de la Iglesia.
Carlos Borromeo: Obispo trabajador, humilde y generoso.
Debido a sus habilidades de organización y trato con la gente, el Papa promovió a San Carlos Borromeo a la oficina del secretario de Estado, cardenal protector de varios países y de seis órdenes religiosas, así mismo, lo nombró arzobispo de Milán
En 1562, San Carlos Borromeo fue nombrado por el Papa para ayudar a organizar el próximo Concilio de Trento. Durante esta planificación, el hermano de Carlos murió, lo que le indujo a ver y estudiar el significado y el propósito de su vida.
"Debemos meditar antes, durante y después de todo lo que hacemos. El profeta dice: "Rezaré, y entonces entenderé". De esta manera podemos superar fácilmente las innumerables dificultades que tenemos que enfrentar día tras día, que, después de todo, son parte de nuestro trabajo. En la meditación encontramos la fuerza para hacer nacer a Cristo en nosotros mismos y en los demás." (San Carlos Borromeo)
Decidió ser santo y hacer de la Iglesia, si estaba en sus manos, un lugar más santo, también. San Carlos Borromeo llevó a cabo varios cambios:
- Reescribió el catecismo que las personas aprendieron.
- Comenzó reformas en la preparación de los candidatos al sacerdocio.
- Realizó cambios ordenados en el libro de oraciones de la Iglesia.
- Pidió al Papa decretar que, en la Iglesia, ya no se pudiesen hacer nombramientos políticos.
Muchas de estas reformas, y otras más que se le acreditan a San Carlos Borromeo, se hicieron valer a partir del Concilio de Tridentino.
San Carlos Borromeo y el cuidado de los enfermos.
En 1566, el Papa envió a San Carlos Borromeo de regreso a Milán para que fuese arzobispo a tiempo completo. Él continuó su trabajo pastoral y lleno de caridad con las personas, cuidando y protegiendo a las personas sin hogar, sobre todo cuando la plaga azotó a Milán.
San Carlos Borromeo cuidó a los enfermos como si estuviese cuidando a cristo mismo. Vendió las cortinas de su palacio, su ropa y otras posesiones para así, convertidos en dinero, comprar medicina y todo lo que les hacía falta a los pobres.
San Carlos Borromeo, el gran arzobispo de Milán, se le solía ver en las calles vestido con harapos, ropa vieja. Él enseñó el catecismo, le encontró un lugar donde quedarse a todos los enfermos y a los ancianos abandonados, estableció escuelas y echó a correr a toda su diócesis atendiendo las necesidades de la gente. Se decía siempre a sí mismo: "Si queremos progresar en el servicio de Dios, debemos comenzar cada día de nuestra vida con un nuevo afán. Debemos mantenernos en la presencia de Dios tanto como sea posible y no tener otro punto de vista o fin en todas nuestras acciones que el honor divino".
Él vivió una vida llena de oración, dormía y comía muy poco. En una oportunidad, San Carlos Borromeo diría: "Aquí, todo tipo de pobres serán alojados, tanto extranjeros como milaneses; hombres, mujeres, niños, porque la caridad no conoce distinción de naciones, y todos somos hermanos y hermanas en el Señor". En uno de sus diálogos con Dios, Borromeo llegó a decir:
"Dios Todopoderoso, has dado a conocer generosamente al hombre los misterios de tu vida a través de Jesucristo, tu Hijo en el Espíritu Santo. Ilumina mi mente para conocer estos misterios que tu Iglesia atesora y enseña. Mueve mi corazón para amarlos y mi voluntad para vivir de acuerdo con ellos. Dame la habilidad de enseñar esta fe a otros sin orgullo, sin ostentación, y sin ganancia personal. Permíteme comprender que soy simplemente tu instrumento para llevar a otros al conocimiento de las cosas maravillosas que has hecho por todas tus criaturas. Ayúdame a ser fiel a esta tarea que me has confiado. Amén".
Arduo trabajo como fundador.
San Carlos Borromeo reunió cinco sínodos provinciales y once diocesanos. Visitó a todas sus parroquias enérgicamente. Cuando alguno de sus obispos les decía que ya habían hecho mucho trabajo y "no tenían nada que hacer", San Carlos Borromeo les enviaba una larga lista de las obligaciones episcopales, añadiendo después de cada punto: "¿Cómo puede decir un obispo que no tiene nada que hacer?". Jamás quiso perder el tiempo en charlas poco beneficiosas para la obra de Dios. Al respecto, diría: "Mantente en silencio con Dios. No pierdas tu tiempo en charlas inútiles".
El santo fundó tres seminarios en la arquidiócesis de Milán, para otros tantos tipos de jóvenes que se preparaban al sacerdocio. San Carlos Borromeo exigió en todas partes que se aplicasen las disposiciones del Concilio Tridentino acerca de la formación sacerdotal, y redactó para esos institutos unos reglamentos tan sabios, que muchos obispos los copiaron para organizar según ellos sus propios seminarios.
Muerte de San Carlos Borromeo.
Hacia el final de octubre, en el año 1584, San Carlos Borromeo había estado viajando hacia algunos sectores de su diócesis. En el camino a casa cayó enfermo con fiebre pesada y tuvo que ser regresado de vuelta a Milán en una camilla. Murió a los pocos días.
San Carlos Borromeo murió joven y pobre, habiendo enriquecido enormemente a muchos con la gracia. En su lecho de muerte decía: "Ya voy, Señor, ya voy". Fue canonizado por el Papa Paulo V el 1 de noviembre de 1610.
Oración a San Carlos Borromeo.
Oh Dios, que escogiste a tu siervo San Carlos Borromeo para llevar una obra transformadora de amor en tu Iglesia, te pedimos que nos des las habilidades de este gran siervo tuyo. Y tú, oh humilde arzobispo de los pobres, santo reformador, animador de la renovación espiritual de los sacerdotes y religiosos, que organizaste verdaderos seminarios y escribiste un catecismo estándar. Inspira a todos los maestros religiosos y autores de libros de catequesis. Muévelos a amar y transmitir solo lo que puede formar verdaderos seguidores del Maestro que fue divino. Todo esto lo pedimos por Cristo, nuestro Señor. Amén.
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