En su artículo titulado Vergüenza ajena, la periodista muestra algunas verdades a las que se han tenido que enfrentar miles de Venezolanos
En una publicación, a la que la periodista ecuatoriana, Milagros Aguirre, redactora en el Diario el Comercio tituló: "Verguenza ajena", da a conocer algunas de las verdades (desprecios) a las que se han tenido que enfrentar miles de Venezolanos que han emigrado a Ecuador, como resultado de la enorme crisis humanitaria que vive Venezuela, y por la cual se han visto forzados y en una gran necesidad de migrar a nuevas tierras buscando mejores oportunidades para ellos y sus familias.
Con dolor en indignación, Milagros Aguirre, narra desde su experiencia, la xenofobia desbordada de algunos de sus compatriotas ecuatorianos hacia el golpeado pueblo de Venezuela que le ha tocado vivir esta tragedia.
En su reflexión, Aguirre indica con preocupación que, tan solo 2 de 80 comentarios realizados en el portal electrónico del Diario para el cual trabaja, muestran algo de sensibilidad, mientras que el resto (97,5%) muestran desprecio hacia la comunidad migrante venezolana
A continuación, cito desde la fuente original, todas sus palabras
Vergüenza ajena
Dolor. Desconcierto. Tristeza. Una crónica sobre la situación de los migrantes venezolanos en el terminal de Carcelén, en Quito, transmitida por este diario en "Facebook-live" provocó, como todo lo que se transmite por redes sociales, reacciones que no puede uno esperar de un país con un mínimo de educación, de sentido de la solidaridad y de espíritu de defensa de la libertad, de sentido de justicia y de democracia.
Todo lo contrario. Las reacciones son un espejo de la sociedad que vivimos: una sociedad enferma, egoísta, racista, machista, xenófoba y cruel.
Muchos de los comentarios producen arcadas. Decenas de voces que piden al gobierno que cierre las fronteras "porque entra gente de toda calaña a la que hay que pedir antecedentes". Otras que dicen que "es problema de ellos no de nosotros" y que "regresen a su país que acá no les queremos".
Otros que reclaman que acá no hay trabajo y que ellos vienen a quitar plazas de trabajo o que los venezolanos están invadiendo y ensuciando el espacio público. Que "nadie les quiere aquí", que "se larguen", que "nos están destrozando la economía", que "han hecho modus vivendi y que les llega comida y bebida gratis", que "son escoria", "quiteños bobos que les ayudan, después ellos mismo les han de robar", "el país no está en capacidad de dar albergue a tantos", "largo, son el mismo demonio", "!fuera!", que "Ecuador es nuestro" o "¿porqué no hacemos como en la época de febrescordero, que cada noche desaparecían de cien en cien?", "parásitos, vayan nomás por donde vinieron", "venezuelanos (sic) dejan sin trabajo hasta a los ladrones ecuatorianos", "para que no defendieron a su patria", "vienen contratados para apoyar a Moreno", "lárguense ya", (los comentarios transcritos en esta columna son textuales).
Dos de ochenta comentarios muestran algo de sensibilidad y hacen un llamado a la solidaridad. El resto muestran al pequeño Trump que lleva dentro gran parte de la sociedad ecuatoriana.
Con similares argumentos EE.UU. ha querido cerrar las fronteras, poner muros e impedir el paso a los migrantes, muchos de ellos también ecuatorianos, que han salido de este país en busca de un futuro. Con esos argumentos se han separado a los niños de sus padres antes de devolverlos a su país de origen. ¿Qué pasa?
Difícil de masticar y digerir que esas voces salgan de las entrañas de un país que tiene dos millones y medio de migrantes en EE.UU, España o Italia, que recibe remesas de quienes ha tenido que pasar por mucho menos que lo que pasan los venezolanos, que ha sentido el rechazo o la discriminación en España o en Italia o en su lugar de destino.
¡Como si no bastara el sufrimiento de la gente que debe abandonar su hogar, dejarlo todo, para buscarse la vida! ¡tener que soportar malos tratos, prejuicios, sandeces.