Conozcamos 3 cosas que Dios nos enseña Dios para lograr la verdadera felicidad. Jesús nos enseña que ser realmente felices, es tener una conquista del alma
3 Claves que Dios nos Enseña para ser Realmente Felices.
Muchas gastan su vida entera poniendo todas sus fuerzas en una búsqueda de la felicidad verdadera, pensando solo en las cosas materiales, éxitos del mundo, cumplimiento de metas, logros de objetivos, etc. Sin pensar, que Dios nos muestra la ruta eficaz para lograr la verdadera felicidad, y que podamos tener a nuestro alcance el ser realmente felices.
Dios y la verdadera felicidad.
Cristo fue el hombre más feliz porque no le negó nada al Padre, olvidándose de sí mismo y preocupándose por los demás. Quien no antepone nada al amor de Dios será la persona más dichosa, ya que en Dios está nuestra felicidad. La demostración de este principio está en que las cosas creadas no tienen la capacidad de colmar todas nuestras ansias y nuestras apetencias de infinito, que solo Dios puede colmar, ya que solo Él es infinitamente perfecto, poderoso, bondadoso y lleno de atributos que serían innumerables y de nunca acabar.
Los santos fueron hombres alegres, y no se conocen santos que hayan sido frustrados, amargados o tristes, y el motivo es porque supieron no anteponer nada al amor de Dios.
Dice el salmista "¿Quién nos mostrará la felicidad, si la luz de tu rostro, Señor, se ha alejado de nosotros?, tú has dado a mi corazón más alegría que cuando abundan ellos de trigo y vino nuevo".(Salmo 4,7-8) Por lo tanto, debemos afirmar que se aleja la felicidad del alma cuando se aleja el rostro de Dios de nosotros. Y ¿Cómo se aleja su rostro de nosotros? Cuando anteponemos otros amores al amor de Dios.
La felicidad es una Conquista.
Por eso que la felicidad debe ser conquistada. La felicidad consiste en el Estado del ánimo que se complace en la posesión de un bien. Como dice la carta a los Gálatas, la alegría, es decir, la felicidad, es fruto del Espíritu (Gal. 5,22), y como tal debe ser conquistado con el amor a Dios sobre toda las cosas. Si miramos siempre a Dios en todo y en Él ponemos nuestro corazón, la luz de su rostro no se apartará de nosotros y su felicidad invadirá todo nuestro corazón.
Un alma triste es un alma que algo le está negando a Dios, como el joven rico del evangelio, que tras al haber sido invitado a seguir a Cristo dejándolo todo, no quiso porque tenía muchas riquezas y dice el evangelio que al oír esto, "se puso muy triste, porque era muy rico". (Lucas 18,23)
Siguiendo este principio, de que la felicidad depende de no negar nada a Dios, y no anteponer nada a su amor, debemos afirmar que Cristo fue el hombre más feliz de todos.
3 claves para ser Realmente Felices.
Cristo es el hombre más feliz, porque nada antepuso al amor de Dios, haciéndose servidor de todos. En su vida, plasmada en el Evangelio, encontramos las 3 claves esenciales para alcanzar la plenitud para la cual hemos sido creados
1. La felicidad está en hacer la voluntad de Dios en nuestras vidas.
Cristo fue el hombre más feliz de todos porque su voluntad humana estaba en perfecta armonía con el plan divino. Nada interpuso al Plan de Dios, al Plan de "Su Padre Celestial" y por eso que no solo en cuanto Dios, sino que también en cuanto hombre fue el más feliz de todos.
Él mismo enseñaba a rezar a que se haga la voluntad de Dios por encima de todo: "Vosotros, pues, orad así: Padre nuestro, que estás en los cielos, santificado sea tu Nombre; venga tu Reino; hágase tu Voluntad así en la tierra como en el cielo" (Mateo 6,9-10). Enseñaba que lo primero era hacer la voluntad de Dios: "No todo el que me diga: Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos, si no el que haga la voluntad de mi Padre celestial" (Mateo 7,21). Y si enseñaba a cumplir la voluntad de Dios era porque él mismo la ponía por obra, porque no enseñaba nada que antes no practicará él primero. De hecho, se decía de Cristo que "les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como sus escribas" (Mateo 7,29).
Por eso que no solo enseña a que se haga la voluntad de Dios, sino que él mismo busca cumplir esa voluntad y ese plan con su misma vida. Abundan las citas Bíblicas en donde se ve el deseo de Cristo de Cumplir con la Voluntad del Padre celestial: Estando en el huerto de los olivos, momentos previos a su captura rezaba de esta manera: "Padre, si quieres, aparta de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya" (Lc 22,42).
Se pueden ver también los paralelos a este evangelio. Cristo no antepone nada al plan de Dios, su voluntad humana está en perfecta armonía con el plan de salvación del Padre y por eso a pesar de sus sufrimientos, Cristo es el hombre más feliz. En el fondo de su corazón esconde su alegría.
Cristo vino para hacer la voluntad del Padre: "Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado y llevar a cabo su obra."(Jn 4,34) No vino para sí mismo sino para el Padre y por nosotros y toda su vida la gasta en esta misión sin mirarse a sí mismo. Y en otro pasaje dice "no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado" (Jn 5,30). Siempre busca no anteponer nada al amor de Dios. También leemos en el mismo evangelio de Juan "porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado. Y esta es la voluntad del que me ha enviado; que no pierda nada de lo que él me ha dado, sino que lo resucite el último día. Porque esta es la voluntad de mi Padre: que todo el que vea al Hijo y crea en él, tenga vida eterna y que yo le resucite el último día" (Jn 6,38-40).
La Obra de Cristo está centrada en Dios y en el prójimo, y Cristo la cumplió a la perfección, por lo que no podemos dudar de que en él hubo una gran alegría a pesar de sus sufrimientos.
2. La felicidad está en olvidarse de uno mismo y servir al prójimo.
Cuando Cristo se retiró a un lugar solitario y lo siguieron, dice la escritura que "Al desembarcar, vio mucha gente, sintió compasión de ellos y curó a sus enfermos. Al atardecer se le acercaron los discípulos diciendo: "El lugar está deshabitado, y la hora es ya pasada. Despide, pues, a la gente, para que vayan a los pueblos y se compren comida". Más Jesús les dijo: "No tienen por qué marcharse; dadles vosotros de comer". (Mt 14,14-16). Cristo venía ya haciendo muchas curaciones, y siempre se preocupaba de los demás, ahora podía preocuparse de sí mismo, pero como se ve en el evangelio citado, Cristo se preocupa de la muchedumbre. En el mismo evangelio, un poco más adelante, Jesús dice a sus discípulos "Siento compasión de la gente, porque hace ya tres días que permanecen conmigo y no tienen qué comer. Y no quiero despedirlos en ayunas, no sea que desfallezcan en el camino" (Mt 15,32). Hace tres días que están con Cristo. Él está predicando, curando, haciendo el bien, y sigue preocupándose por los demás sin tenerse en cuenta a sí mismo. Nada antepone al amor de Dios y al amor del prójimo.
Como él mismo lo dijo: "El Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos".(Mt 20,28) Y en el evangelio de Lucas nos dice: "Los reyes de las naciones las dominan como señores absolutos, y los que ejercen el poder sobre ellas se hacen llamar Bienhechores; pero no así vosotros, sino que el mayor entre vosotros sea como el más joven, y el que gobierna como el que sirve. Porque, ¿quién es mayor, el que está a la mesa o el que sirve? ¿No es el que está a la mesa? Pues yo estoy en medio de vosotros como el que sirve" (Lc 22,25-27).
3. Se puede ser feliz incluso en el sufrimiento
Cristo es el hombre más feliz, INCLUSO en el sufrimiento. Jesús no le negó nada a su Padre dando su vida en rescate por el género humano, cumpliendo con el plan de salvación.
Así, él entrega su cuerpo y su sangre: "Tomó luego pan, y, dadas las gracias, lo partió y se lo dio diciendo: Este es mi cuerpo que es entregado por vosotros; haced esto en recuerdo mío. De igual modo, después de cenar, la copa, diciendo: "Esta copa es la Nueva Alianza en mi sangre, que es derramada por vosotros". (Lc 22,19)
Él mismo entrega su vida: "Por eso me ama el Padre, porque doy mi vida, para recobrarla de nuevo. Nadie me la quita; yo la doy voluntariamente. Tengo poder para darla y poder para recobrarla de nuevo; esa es la orden que he recibido de mi Padre."(Jn 10,17-18) Y al final de su vida dice: "Padre, en tus manos pongo mi espíritu." (Lc 23,46) Por estos motivos debemos decir, que aunque Cristo haya sufrido y Dios haya permitido que por momentos sintiese tristeza de muerte, debemos afirmar que Cristo fue el hombre más feliz de todos.
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