La oración nunca ha sido fácil, pero esta batalla no se trata sobre uno mismo, sino sobre Dios en nosotros. Es una lucha. La batalla de la oración es orar sin cesar
La batalla de la oración: No pierdas el ánimo si fallas. Orar es luchar.
Todos los días nos levantamos con las mejores ganas de dar lo mejor en todo. Algunas cosas nos cuestan más que otras. En este momento de despertar, orar se convierte en una lucha. Nuestros pensamientos van y vienen y queremos dar la batalla de la oración ¿Te resulta difícil rezar? ¿Crees que libras una batalla? También a mí me pasa, es que la oración es una lucha diaria. Seré honesto y diré que orar nunca ha sido fácil para mí y aún tengo días en los que fallo miserablemente.
Lo que evita que me rinda es saber que la oración no es acerca de mí, sino acerca de Dios. Es acerca de responder a Su invitación de amor y hacer todo cuanto podamos para vencer los obstáculos que se nos presentan.
La oración es una lucha y el campo de batalla está en nuestros corazones. ¿Nos rendiremos y escaparemos o lucharemos hasta que el último suspiro salga de nuestros cuerpos?
La oración no sucede de la noche a la mañana.
Las relaciones se desarrollan con el tiempo y requieren de mucho esfuerzo para mantenerlas. Yo no conocí a mi esposa y luego le propuse matrimonio el mismo día. Necesité de tiempo para desarrollar nuestra amistad primero.
Incluso después de la boda no podía desistir y dejar de hablarle a mi esposa repentinamente y no volver a invitarla a salir. Si lo hacía, nuestro matrimonio dejaría de existir.
La batalla de la oración.
Es lo mismo con la oración. No podemos esperar que la oración sea perfecta y que nunca experimente dificultades. Incluso los santos lucharon con la oración a lo largo de todas sus vidas. La oración requiere de gran esfuerzo y debe crecer con el tiempo. El Catecismo usa palabras más fuertes y nos instruye a comprometernos en la batalla en medio de nuestras dificultades:
"Este combate debe hacer frente a lo que es sentido como fracasos en la oración: desaliento ante la sequedad, tristeza de no entregarnos totalmente al Señor, porque tenemos "muchos bienes", (Cfr. Mc 10, 22), decepción por no ser escuchados según nuestra propia voluntad. La conclusión es siempre la misma: ¿Para qué orar? Es necesario luchar con humildad, confianza y perseverancia si se quieren vencer estos obstáculos". (Catecismo de la Iglesia Católica, 2728)
En algunas ocasiones esta batalla ocurre en contra de nuestra propia naturaleza humana, a cómo el Catecismo explica:
"Mirado positivamente, el combate contra el ánimo posesivo y dominador es la vigilancia, la sobriedad del corazón". (Catecismo de la Iglesia Católica, 2730)
El enemigo más común durante la oración son nuestras tendencias pecaminosas y nuestra falta de virtud.
La oración y el ejercicio físico.
Dominar el levantamiento de pesas y carreras de largas distancias toma tiempo y esfuerzo. No puedo ir afuera y simplemente correr una milla y esperar convertirme en un corredor de clase mundial.
Debo comenzar lentamente y luego gradualmente incrementar mi velocidad por varios meses y años antes de dominar este deporte. Es lo mismo con la oración. Tal a cómo Jim Beckman dijo:
"Tampoco la vida espiritual viene naturalmente. ¿Cómo es que tanta gente puede superar lo que aparenta ser infinitos obstáculos para entrenar, pero cuando un obstáculo se presenta para orar o en las disciplinas espirituales la mayoría parece flaquear? Considero que si vamos a triunfar en el viaje espiritual, necesitamos lidiar con nuestra espiritualidad un poco más a como lo hacemos con nuestro horario para ejercitarnos". (Dios, Ayúdame: Cómo crecer en la oración, página 112)
Orar es luchar.
No debemos cesar de orar cuando un obstáculo o distracción se nos presente. La oración no será fácil y no debemos esperar ser perfectos o recibir revelaciones divinas de un arcángel.
Santa Teresa de Ávila explicó los diferentes niveles de la oración en términos de un "Castillo Interior". Nosotros no comenzamos inmediatamente en la "Séptima Morada", sino que trabajamos para acercarnos a Dios desde afuera, comenzando en la "Primera". Es muy importante recordar esto, ya que pondrá nuestra vida de oración en perspectiva.
Sobre todas las cosas, debemos luchar y seguir luchando en la batalla de la oración. Lo peor que podemos hacer es darnos por vencidos. Orar es luchar sin perder el ánimo. Cuando lo hacemos, el Enemigo de nuestras almas sale victorioso. Sigamos el estandarte de Cristo y luchemos contra los numerosos obstáculos de este mundo.
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