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Categoría: Papa Francisco
Boletín diario del Evangelio de hoy por email

Papa Francisco: El mundo se cambia con las bienaventuranzas, no con el poder o con la fuerza. Homilía del Papa Francisco en la Catedral de San José en Bagdad

"Papa Francisco: El mundo se cambia viviendo las bienaventuranzas"

Bagdad, Irak - 6 de marzo, 2021 - En su homilía pronunciada en a la congregación sentada dentro y fuera de la catedral católica caldea de San José en la ciudad de Bagdad, el 6 de marzo, el Papa Francisco ha dicho a los cristianos iraquíes que cuando sufren discriminación, persecución o guerra, las Ocho Bienaventuranzas se dirigen a ellos. "Todo lo que el mundo nos quita no es nada comparado con el amor tierno y paciente con el que el Señor cumple sus promesas... Así es como se cambia el mundo, no con el poder o con la fuerza, sino con las bienaventuranzas. Porque así lo hizo Jesús", dijo el Papa Francisco en su homilía.

"Las bienaventuranzas son para ti, para ti que estás afligido, que tienes hambre y sed de justicia, que eres perseguido. El Señor te promete que tu nombre está escrito en su corazón, escrito en el cielo". Según el Vaticano, el servicio marcó la primera vez que el Papa Francisco celebró una liturgia eucarística, "la Santa Qurbana", en el rito de la Iglesia caldea. Mientras el Papa Francisco recitaba las oraciones en italiano, el cardenal Louis Sako, patriarca caldeo, y los miembros de la congregación rezaban en caldeo, una forma moderna de arameo. Las lecturas bíblicas fueron en árabe. El presidente iraquí, Barham Salih, y el ministro de Asuntos Exteriores, Fuad Hussein, asistieron a la liturgia, que incluyó una oración por los funcionarios del gobierno, en la que se pedía a Dios que les ayudara a ser "ejemplos de honestidad por el bien común" y a "saber colaborar por un mundo renovado en el que reinen la libertad y la armonía."

 

Homilía del Papa Francisco.

Homilía completa del Papa Francisco en la catedral católica caldea de San José en la ciudad de Bagdad, Irak.

 

Sábado, 6 de marzo de 2021.
Viaje Apostólico de su santidad el Papa Francisco a Irak.

La Palabra de Dios nos habla hoy de sabiduría, testimonio y promesas.

La sabiduría ha sido cultivada en estas tierras desde la antigüedad. Su búsqueda ha fascinado al hombre desde siempre; sin embargo, a menudo quien posee más medios puede adquirir más conocimientos y tener más oportunidades, mientras que el que tiene menos queda relegado. Se trata de una desigualdad inaceptable, que hoy se ha ampliado. Pero el Libro de la Sabiduría nos sorprende cambiando la perspectiva. Dice que "el que es pequeño será perdonado por misericordia, pero los poderosos serán examinados con rigor" (Sb 6,6). Para el mundo, quien posee poco es descartado y quien tiene más es privilegiado. Pero para Dios, no; quien tiene más poder es sometido a un examen riguroso, mientras que los últimos son los privilegiados de Dios.

Jesús, la Sabiduría en persona, completa este vuelco en el Evangelio, no en cualquier momento, sino al principio del primer discurso, con las Bienaventuranzas. El cambio es total. Los pobres, los que lloran, los perseguidos son llamados bienaventurados. ¿Cómo es posible? Bienaventurados, para el mundo, son los ricos, los poderosos, los famosos. Vale quien tiene, quien puede y quien cuenta. Pero no para Dios. Para Él no es más grande el que tiene más, sino el que es pobre de espíritu; no el que domina a los demás, sino el que es manso con todos; no el que es aclamado por las multitudes, sino el que es misericordioso con su hermano. A este punto nos puede venir la duda: Si vivo como pide Jesús, ¿qué gano? ¿No corro el riesgo de que los demás me pisoteen? ¿Vale la pena la propuesta de Jesús? ¿O es un perdedor? No es perdedor sino sabio.

La propuesta de Jesús es sabia porque el amor, que es el corazón de las bienaventuranzas, aunque parezca débil a los ojos del mundo, en realidad vence. En la cruz demostró ser más fuerte que el pecado, en el sepulcro venció a la muerte. Es el mismo amor que hizo que los mártires salieran victoriosos de las pruebas, ¡y cuántos hubo en el último siglo, más que en los anteriores! El amor es nuestra fuerza, la fuerza de tantos hermanos y hermanas que aquí también han sufrido prejuicios y ofensas, maltratos y persecuciones por el nombre de Jesús. Pero mientras el poder, la gloria y la vanidad del mundo pasan, el amor permanece, como nos dijo el apóstol Pablo, "no pasa nunca" (1 Co 13,8). Vivir las bienaventuranzas, pues, es hacer eterno lo que pasa. Es traer el cielo a la tierra.

"Pero, ¿cómo practicamos las bienaventuranzas? Estas no nos piden que hagamos cosas extraordinarias, que realicemos acciones que están por encima de nuestras capacidades. Nos piden un testimonio cotidiano. Bienaventurado es el que vive con mansedumbre, el que practica la misericordia allí donde se encuentra, el que mantiene puro su corazón allí donde vive", dijo el Santo Padre Francisco.

Continuando, el Papa Francisco dijo que "para convertirse en bienaventurado no es necesario ser un héroe de vez en cuando, sino un testigo todos los días. El testimonio es el camino para encarnar la sabiduría de Jesús. Así es como se cambia el mundo, no con el poder o con la fuerza, sino con las bienaventuranzas. Porque así lo hizo Jesús, viviendo hasta el final lo que había dicho al principio. Se trata de dar testimonio del amor de Jesús, aquella misma caridad que san Pablo describe de manera tan hermosa en la segunda lectura de hoy. Veamos cómo la presenta".

Primero dice que la caridad "es magnánima" (v. 4). No nos esperábamos este adjetivo. El amor parece sinónimo de bondad, de generosidad, de buenas obras, pero Pablo dice que la caridad es ante todo magnánima. Es una palabra que, en la Biblia, habla de la paciencia de Dios. A lo largo de la historia el hombre ha seguido traicionando la alianza con Él, cayendo en los pecados de siempre y el Señor, en lugar de cansarse y marcharse, siempre ha permanecido fiel, ha perdonado, ha comenzado de nuevo. La paciencia para comenzar de nuevo es la primera característica del amor, porque el amor no se indigna, sino que siempre vuelve a empezar. No se entristece, sino que da nuevas fuerzas; no se desanima, sino que sigue siendo creativo. Ante el mal no se rinde, no se resigna. Quien ama no se encierra en sí mismo cuando las cosas van mal, sino que responde al mal con el bien, recordando la sabiduría victoriosa de la cruz. El testigo de Dios actúa así, no es pasivo, ni fatalista, no vive a merced de las circunstancias, del instinto y del momento, sino que está siempre esperanzado, porque está cimentado en el amor que "siempre disculpa y confía, siempre espera y soporta". (v. 7).

Podemos preguntarnos: ¿Y yo cómo reacciono ante las situaciones que no van bien? Ante la adversidad hay siempre dos tentaciones. La primera es la huida. Escapar, dar la espalda, no querer saber más. La segunda es reaccionar con rabia, con la fuerza. Es lo que les ocurrió a los discípulos en Getsemaní; en su desconcierto, muchos huyeron y Pedro tomó la espada. Pero ni la huida ni la espada resolvieron nada. Jesús, en cambio, cambió la historia. ¿Cómo? Con la humilde fuerza del amor, con su testimonio paciente. Esto es lo que estamos llamados a hacer; es así como Dios cumple sus promesas.

Promesas. La sabiduría de Jesús, que se encarna en las bienaventuranzas, exige el testimonio y ofrece la recompensa, contenida en las promesas divinas. De hecho, vemos que a cada bienaventuranza sigue una promesa. Quien la vive poseerá el reino de los cielos, será consolado, será saciado, verá a Dios (cf. Mateo 5,3-12). Las promesas de Dios garantizan una alegría sin igual y no defraudan. Pero, ¿cómo se cumplen? A través de nuestras debilidades. Dios hace bienaventurados a los que recorren el camino de su pobreza interior hasta el final. Este es el camino, no hay otro. Fijémonos en el patriarca Abraham. Dios le promete una gran descendencia, pero él y Sara son ancianos y no tienen hijos. Y es precisamente en su vejez paciente y confiada cuando Dios obra maravillas y les da un hijo. Veamos a Moisés. Dios le promete que liberará al pueblo de la esclavitud y por eso le pide que hable con el faraón. Moisés le dice que no es capaz de hablar, porque es tartamudo; sin embargo, Dios cumplirá la promesa a través de sus palabras. Fijémonos en la Virgen que, según lo establecido en la ley, no puede tener hijos, y es llamada a ser madre. Y veamos a Pedro, que niega al Señor, y Jesús lo llama para que confirme a sus hermanos. Queridos hermanos y hermanas, a veces podemos sentirnos incapaces, inútiles. Pero no hagamos caso, porque Dios quiere hacer maravillas precisamente a través de nuestras debilidades.

A Él le encanta comportarse así, y esta tarde, ocho veces nos ha dicho ??b´? [bienaventurados], para hacernos entender que con Él lo somos realmente. Claro, pasamos por pruebas, caemos a menudo, pero no debemos olvidar que, con Jesús, somos bienaventurados. Todo lo que el mundo nos quita no es nada comparado con el amor tierno y paciente con que el Señor cumple sus promesas. Querida hermana, querido hermano: Tal vez miras tus manos y te parecen vacías, quizás la desconfianza se insinúa en tu corazón y no te sientes recompensado por la vida. Si te sientes así, no temas; las bienaventuranzas son para ti, para ti que estás afligido, hambriento y sediento de justicia, perseguido. El Señor te promete que tu nombre está escrito en su corazón, en el cielo. Y hoy le doy gracias con ustedes y por ustedes, porque aquí, donde en tiempos remotos surgió la sabiduría, en los tiempos actuales han aparecido muchos testigos, que las crónicas a menudo pasan por alto, y que, sin embargo, son preciosos a los ojos de Dios; testigos que, viviendo las bienaventuranzas, ayudan a Dios a cumplir sus promesas de paz.

- Fin de la Homilía del Papa Francisco.

 

 

La celebración de esta Santa Misa fue el último acto público de un día en el que el Papa Francisco viajó a Nayaf, un centro de poder espiritual y político para los musulmanes chiíes iraquíes, y luego a Ur, el lugar de nacimiento de Abraham, a unos 15 kilómetros de Nasiriyah. El 7 de marzo tendría previsto viajar a la región del Kurdistán iraquí, donde visitaría Irbil, Mosul y Qaraqosh, ciudades devastadas bajo el dominio del grupo Estado Islámico. Allí tiene previsto reunirse con algunos de los cristianos que han regresado a la región para intentar reconstruirla y realizar junto con ellos un sufragio de oración. La visita del Papa Francisco, del 5 al 8 de marzo, se realizó bajo fuertes medidas de seguridad.

 

Sobre el Papa Francisco en Irak.

 

Adaptación y contenido agregado: Qriswell Quero, PildorasdeFe.net | Con información de extraída de: Vatican News

pildorasdefe qriswell quero firma autorQriswell Quero, Venezolano, esposo y padre de familia, servidor, ingeniero y misionero de la fe. Comprometido con el anuncio del Evangelio. Creyente sólido de que siempre existen nuevos comienzos. Quien a Dios tiene nada lo detiene.

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