Los ángeles de la guarda asisten al alma en el momento de la muerte, y la protegen de los ataques últimos de los demonios
La protección divina del Ángel de la Guarda no termina con la muerte.
El Catecismo de la Iglesia Católica, haciendo alusión a los santos ángeles, enseña en el numeral 336 que "desde su comienzo hasta la muerte, la vida humana está rodeada de su custodia y de su intercesión" De lo anterior se desprende que el hombre goza de la protección y guarda de su ángel custodio aún en el momento de su muerte. La compañía que dan los Ángeles no es solo en esta vida terrestre, sino que su acción se prolonga en la otra vida.
El Ángel de la Guarda procura tu salvación.
Para entender la relación que une a los ángeles con los hombres al momento de su tránsito a la otra vida es necesario entender que los ángeles han sido "enviados para todos aquellos que han de heredar la salvación" (cfr. Hb- 1,14). Igualmente san Basilio Magno enseña que "nadie podrá negar que cada fiel tiene a su lado un ángel como protector y pastor para conducir su vida" (cfr. Cat. 336).
Es decir, los ángeles custodios tienen como principal misión la salvación del hombre, que el hombre entre a la vida de unión con Dios y en esta misión se encuentra la asistencia que dan a las almas en el momento de presentarse ante Dios.
El Ángel Custodio te acompaña después de la muerte.
Los Padres de la Iglesia ponen de presente esta especial misión al decir que los Custodios Angélicos asisten al alma en el momento de la muerte, y la protegen de los ataques últimos de los demonios.
San Luis Gonzaga (1568-1591) enseña que en el momento en que el alma abandona el cuerpo, ésta es acompañada y consolada por su Ángel custodio para que se presente con confianza ante el Tribunal de Dios.
El ángel, de acuerdo con este santo, presenta los méritos de Cristo para que en ellos se apoye el alma en el momento de su juicio particular y, una vez pronunciada la sentencia por el Divino Juez, si el alma es enviada al purgatorio, ésta recibe la visita frecuente de su Custodio quien la conforta y consuela llevándole las oraciones que se presentan por ella, y asegurándole una futura liberación.
De esta manera se comprende que la ayuda y misión de los ángeles custodios no termina con la muerte de quien fuera su protegido. Esta misión continúa hasta llevar el alma a la unión con Dios.
Sin embargo, es necesario tener en cuenta que después de la muerte nos espera un juicio particular en el que el alma ante Dios puede elegir entre abrirse al amor de Dios o rechazar definitivamente su amor y su perdón, renunciando así para siempre a la comunión gozosa con él (cfr. Juan Pablo II, Audiencia General del 4 de Agosto de 1999).
Si el alma decide entrar en la comunión con Dios el alma se une a su ángel para alabar por toda la eternidad a Dios Uno y Trino.
Sin embargo, puede ocurrir que el alma se encuentra "en la condición de apertura a Dios, pero de un modo imperfecto, el camino hacia la bienaventuranza plena requiere una purificación, que la fe de la Iglesia ilustra mediante la doctrina del «purgatorio»" (Juan Pablo II, Audiencia General del 4 de Agosto de 1999).
En este evento el ángel al ser santo y puro, al vivir en la presencia de Dios, no necesita y tampoco puede participar de esa purificación del alma de su protegido. Lo que si hace el ángel guardián es interceder por su protegido delante del trono de Dios y buscar ayuda entre los hombres en la tierra para así llevar las oraciones a su protegido y, de esta manera, salir del purgatorio.
Aquellas almas que deciden rechazar definitivamente el amor y el perdón de Dios, renunciando así para siempre a la comunión gozosa con él (Juan Pablo II, Audiencia General, 21 de Julio de 1999), renuncian y también rechazan el gozar la amistad con su ángel custodio. En este terrible evento el ángel alaba la justicia y la santidad divinas.
En cualquiera de los tres posibles escenarios (cielo, purgatorio o infierno) el santo ángel siempre gozará con el juicio de Dios, pues el ángel se une de manera perfecta y total a la voluntad divina. En estos días, recordemos que nos podemos unir a los ángeles de nuestros seres queridos que han fallecido para que ellos lleven ante Dios nuestras oraciones y plegarias y se manifieste la misericordia de Dios.
Oraciones a los ángeles de la guarda.
Oración a nuestro Ángel de la Guarda.
Ángel enviado por Dios para guiarme, para ser mi luz y caminar a mi lado; sé mi guardián y protégeme; en los caminos de la vida dirígeme. Amén.
Ángel de Dios.
Ángel de Dios, mi querido guardián, a quien el amor de Dios me ha encomendado aquí, para que cada día (o noche) estés a mi lado, para iluminar, vigilar, gobernar y guiar. Amén.
Oración al ángel San Miguel.
Esta oración se dice comúnmente después del Rosario.
San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla. Sé nuestra protección contra la maldad y las trampas del demonio. Que Dios lo reprenda, rezamos humildemente, y tú, oh Príncipe de las milicias celestiales, por el poder de Dios, arroja al infierno a Satanás y a todos los espíritus malignos que merodean por el mundo buscando la ruina de las almas. Amén.
Los ángeles son siervos y mensajeros de Dios, y Dios en su infinita misericordia nos asigna a cada uno de nosotros un ángel guardián que nos acompañe en nuestra vida para ayudarnos a evitar peligros espirituales y preparar nuestro camino al cielo. La Fiesta de los Santos Ángeles Custodios es el 2 de octubre y hay cientos de referencias de ángeles a lo largo de la Biblia. Desde la creación y a lo largo de la historia de la salvación, los ángeles han estado presentes y se les ha hecho referencia
Recuerda rezar a tu ángel de la guarda a menudo.
"Escucha el consejo del ángel porque él siempre está tratando de defendernos, especialmente del mal, como un verdadero amigo,un amigo que no vemos, pero que podemos escuchar", (Papa Francisco)
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